La gran burguesía aprovecha la crisis en contra de los trabajadores


No pararemos de señalarlo: las crisis de sobreproducción del capitalismo, en su fase superior y última representan el sacrificio masivo de las fuerzas productivas materiales, principalmente las de la clase trabajadora y sus familias.

En México –lo dijimos con anticipación- este sacrificio de las fuerzas del proletariado y la masa de trabajadores, habrá de concentrarse inicialmente en el desempleo para después pasar a la pauperización absoluta de nuestras condiciones de vida (pérdida de seguridad social, pérdida de vivienda, pérdida de servicios públicos, mayor endeudamiento generacional, etc.)

La Organización Internacional de Trabajo ya había anunciado semanas atrás que al menos 25 millones de personas en todo el mundo perderíamos nuestro trabajo a causa de la emergencia sanitaria.

La Secretaría de Trabajo y Previsión Social (STPS) ha anunciado que hasta el día de hoy (8 de abril de 2020) en México se han perdido 346 mil puestos de trabajo; al menos en cifras “oficiales”.

Evidentemente no se está contando con aquellas otras empresas de la gran burguesía que aprovechando el clima político y fomentando el golpe preventivo en marcha, presionan al “nuevo gobierno”, por ejemplo, desarrollando lock outs o paros técnicos patronales, donde se reducen las jornadas-días-horas de trabajo, afectando directamente el salario de los trabajadores.

¿Esto qué quiere decir?

Que la gran burguesía se encuentra a la ofensiva, violentando los derechos laborales, tanto individuales como colectivos de la clase trabajadora, para que el “nuevo gobierno” otorgue subsidios y declare una estrategia de “rescate” de la industria y los servicios, en la misma lógica que se dio el mal llamado “rescate bancario” con el FOBAPROA y que solamente representó el endoso de la crisis a costa del pueblo.

Como anillo al dedo le ha venido a la gran burguesía la emergencia sanitaria; esto le permite pasar por encima de los derechos de los trabajadores día con día, en algunos casos cesando labores sin derecho a sueldo por un mes o más, justo como ocurre en la maquiladora Diseños Magdatex de Magdalena Apasco, o bien, precarizando las condiciones laborales de los trabajadores, sumiéndolos a condiciones de súper explotación como ocurre en LavaTap, una empresa de limpieza a nivel nacional que bajo el aún existente régimen del outsoursing está encargada de la limpieza de diversas empresas, incluidos hospitales particulares y públicos sin ninguna medida preventiva.

Estos dos casos, más el cierre de hoteles, bares, restaurantes, centros turísticos, etc. se registran en Oaxaca y se profundizan día con día.

Pero el fenómeno es nacional, tal como lo reflejan las cifras de la STPS: …”Las pequeñas empresas hasta ahora han dado de baja a 488 trabajadores; las de seis a 50 empleados, a 52 mil 61; y las que tienen una plantilla de más de 51, a 294 mil 329”… Estas cifras (repetimos “oficiales”) se concentran principalmente en los estados de Tamaulipas, Estado de México, Jalisco, Quintana Roo, Nuevo León y Ciudad de México, según asegura la titular de esta secretaría.

Por su parte, el director general del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) precisó que…”en abril hubo una afectación para 130 mil trabajadores, hasta ahora, mientras que 216 mil 102 ya fueron separados porque no tenían ocho semanas previas de cotización”…

Si a estos indicadores sumamos el hecho de que muchas empresas aprovechan la situación para despedir y luego recontratar bajo nuevas condiciones de trabajo, podremos entender hasta qué grado está en peligro el derecho al trabajo digno y remunerativo de nuestra clase en su conjunto.

Con el desarrollo de la emergencia sanitaria, la privatización de la salud ha desbordado la evidencia de otras de sus aristas: la precarización del trabajo en este sector. Los profesionales de la salud del régimen público (IMSS, ISSSTE, SSA) han venido denunciando la falta de equipo médico, medicamentos y personal, además de la falta de equipo de seguridad y prevención. Los casos de contagios hospitalarios crecen en varias partes del país, los trabajadores de la salud arriesgan su vida para salvar la del pueblo. Si ellos están precarizados, ¿en qué condiciones estarán otros sectores de trabajadores mucho menos visibles?

Es mentira que el grueso de la clase trabajadora se encuentre en cuarentena o que existan "empresarios humanistas" como dice Andrés Manuel López Obrador. Un sector reducido de la clase ha podido parar, o lo hace escalonadamente (no sin afectación a sus salarios) pero la gran mayoría continúa laborando (en condiciones aún peores), y por supuesto, nuestro grado de concentración en la industria y los servicios nos expone altamente al contagio. En paralelo, no toda la clase trabajadora goza de seguridad social, especialmente quienes se encuentran terciarizados o bajo el régimen del outsourcing. ¿Quién hablará por ellos?

La dispersión de nuestras fuerzas, la atomización de nuestros esfuerzos y la corporativización estatista de la mayoría de las organizaciones sindicales limita nuestra capacidad de acción ante la gran burguesía, al menos hasta ahora.

En medio de esta terrible situación que vivimos los trabajadores, algunos sectores de la pequeña burguesía y principalmente del lumpen proletariado en las grandes ciudades han estado difundiendo en redes sociales toda suerte de campañas mediáticas contra la clase trabajadora; mensajes donde se romantiza la cuarentena asegurando que las personas que tenemos un “salario estable” lo pasamos bien “al igual que los grandes burgueses”, mientras que los pequeños comerciantes, talacheros y transportistas (dueños de sus negocios, talleres, productos, vehículos, etc.) lo pasan mal al no tener sueldo.

La desinformación y desclasamiento promovidos por la gran burguesía, no les deja entender que mientras ellos tienen un pequeño negocio que les ha permitido subsistir (en muchos momentos notablemente mejor que un obrero promedio), nosotros, la clase proletaria, solamente tenemos nuestros brazos, nuestra fuerza de trabajo esclavizada a la clase burguesa en su conjunto con un salario de hambre y condiciones infrahumanas de trabajo, que con la crisis y la contingencia sanitaria se seguirán agravando.

Es verdad que la pequeña burguesía también lo está pasando mal; no son éstas sus mejores épocas de bonanza a las que pudieran haberse acostumbrado. Pero el enemigo no somos los trabajadores asalariados, el enemigo es el capitalismo burocrático que tampoco a ellos les permite desarrollarse ante la gran propiedad y su viejo estado.

Esta masa de pequeños comerciantes, talacheros y transportistas en las grandes ciudades, junto a las masas más amplias y profundas del pueblo, serán parte importante en el estallamiento de la inconformidad y la desobediencia que resurgen con mayor fuerza tras cada nueva crisis.

Es imperativo que la clase obrera les haga el llamado a filas para combatir juntos al enemigo en común. Es imperativo también que el proletariado no deje de ver a su aliado natural: el campesinado pobre, que en nuestro país es sin duda la masa mayoritaria y mejor organizada, con importante tradición de lucha y resistencia contra el latifundio y el imperialismo, eso junto a sus condiciones materiales de vida le coloca como fuerza principal para las nuevas jornadas que tarde o temprano vendrán.

Hace falta una huelga general ahora en defensa de la clase trabajadora. Una huelga general de resistencia contra las medidas antipopulares que seguirán incrementándose, golpeando a todos los sectores del pueblo. Diversas formaciones apuestan a ello, incluidos algunos sectores de la socialdemocracia y el revisionismo, claramente desde la lógica de sus propios intereses. Las próximas semanas y meses determinarán las condiciones materiales para su realización o no; el desbordamiento del descontento será mayoritariamente espontáneo, pero quienes estamos organizados debemos tratar de direccionar y unificar las futuras batallas de nuestra clase.