El 23 de Mayo
de 1962, Rubén Jaramillo fue secuestrado en su casa, ubicada en la comunidad de
Tlalquitenango, Morelos junto a su esposa Epifania (la cual se encontraba embarazada)
y sus tres hijos Ricardo, Enrique y Filemón, siendo trasladados por elementos
del Ejército Mexicano hacia las inmediaciones de Xochicalco donde finalmente
todos fueron asesinados por órdenes directas del gobierno estatal y el gobierno
federal.
El comandante Rubén
Jaramillo, era uno de los pocos mandos activos del entonces ya disuelto Ejército
Libertador del Sur, a partir de la organización campesina y popular que
continuaba la lucha política de masas, combinándola con la lucha armada por ver
concluida la revolución agraria en el Sureste mexicano.
Durante décadas,
el comandante Rubén utilizó el sistema de milicias casa por casa como mecanismo
de autodefensa en la formación de ejidos, comunidades e ingenios azucareros
donde el trabajo colectivo fue la fuente inagotable de energía que mantuvo viva
la base social agrarista de la revolución que él llamo “traicionada” después
del asesinato de los Generales Emiliano Zapata y Francisco Villa.
Este sistema
de milicias pasó progresivamente a ocupar la estrategia de la guerra de
guerrillas contra los caciques locales, latifundistas y el aparato represivo del
viejo estado que por todo el país comenzaron a desmantelar los escasos logros
de la lucha agraria.
Rubén
Jaramillo, quien fuera apresado por el régimen después del asesinato del
General Emiliano Zapata, fue dirigente y fundador de organizaciones de cañeros,
ejidatarios, colonos y otros gremios de campesinos y de obreros, ocupó tierras,
recuperó extensiones de terrenos ejidales y comunales confiscados por el estado
y los latifundistas, estalló huelgas, impulsó el estudio de las obras de Marx,
Engels y otros revolucionarios a cuales tuvo acceso, fue miembro del Partido
Comunista Mexicano y fundador del Partido Agrario Obrero de Morelos. Promovió
el Internacionalismo Proletario con acciones de solidaridad hacia la URSS,
China y la joven Cuba revolucionaria.
Con las armas
en la mano, del brazo de viejos ex combatientes y mandos zapatistas, proclamó
el Plan de Cerro Prieto en Febrero de 1943, retomando las tesis del Plan de
Ayala de Zapata, para volver a alzarse en armas una y otra vez, durante lustros
y décadas en la clandestinidad, organizando la rebelión campesina en su natal
Morelos y otros estados del país.
Hoy, a 55 años
de su asesinato, los comunistas pensamos que enarbolar la bandera de Rubén
Jaramillo es una cuestión de primer orden, imprescindible e irrenunciable.
Los
ideólogos del oportunismo y el revisionismo, como agentes de la burguesía y la
pequeña burguesía en el movimiento obrero aducirán sus “sesudos análisis
objetivos” llenos de menosprecio hacia los aportes del Comandante Rubén
Jaramillo; ya sea por su extracción de clase, por su arraigo y cosmovisión
campesina, por su nivel académico o por su terquedad en cuanto a la necesidad
de empuñar las armas contra el viejo estado por encima de cualquier otra forma
de lucha. Pero esos falsos ideólogos jamás estarán a su altura ni podrán comprender
que el Comandante Rubén combinó la lucha legal con la lucha ilegal, recurrió al
uso de métodos abiertos y conspirativos de trabajo, fue de la organización militar
a la organización de masas para arribar a la construcción de la organización
partidaria, supeditando las dos primeras a la dirección programática de su
Partido y entendió, quizá como ningún otro revolucionario de aquellos tiempos, un
tanto incluso de manera intuitiva con su agudo instinto de clase, que el poder
nace del fusil, y que salvo el poder, todo lo demás es ilusión.
¡Viva Rubén
Jaramillo!
¡Viva el legado
inmarcesible de los levantamientos agrarios y revolucionarios!
CORRIENTE DEL PUEBLO SOL ROJO
MAYO 23 DE 2017