Bastante se ha
hablado en la televisión y la radio de eso que llaman “Plan para el Desarrollo del Istmo”. Durante casi dos años
nos han bombardeado con promesas que
traerá progreso, que traerá trabajo, que traerá dinero a caudales y otros
discursos idénticos a los que los anteriores gobiernos difundieron para tratar
de engañar y embaucar a los pueblos del Istmo de Tehuantepec.
Incluso en marzo
del año pasado, el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI) y la
Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), pese a la oposición de decenas
de comunidades, llevaron a cabo consultas simuladas donde se ha violentado el
derecho indígena, obviando también los estándares internacionales en materia de
consultas.
Los pueblos,
comunidades y asentamientos populares que se verán afectados no hemos sido debidamente
informados, no se nos ha brindado certeza jurídica sobre los actos que conlleva
este megaproyecto, y por supuesto, tampoco hemos sido consultados.
Ahora ya han
comenzado los trabajos preparatorios para la modernización de las vías férreas
que atraviesan el Istmo, tanto del Tren
Transistmico como de la Línea Chiapas.
Lo mismo ocurre con el rompeolas de Salina Cruz. Ambas obras son el inicio de
una serie de trabajos contemplados por este megaproyecto el cual con el “nuevo gobierno” solamente ha cambiado
de nombre, pero forma parte de los intereses extranjeros desde siempre.
El hoy llamado
Plan para el Desarrollo del Istmo (antes Proyecto Alfa-Omega, Plan
Puebla-Panamá, Proyecto Mesoamericano y Zonas Económicas Especiales) vislumbra
nuevos parques eólicos, minerías a cielo abierto, parques industriales de
almacenamiento-embalaje, sub-estaciones eléctricas, ampliación de súper
carreteras, modernización y ampliación de ductos petroquímicos, modernización y
ampliación de vías férreas y estaciones de operación ferroviaria, modernización
y ampliación del puerto, etc.
Por supuesto,
ninguna de estas obras millonarias (donde se invierte dinero público) es en
beneficio de la población local ni del pueblo de México; todas ellas pertenecen
a compañías transnacionales gringas, canadienses y europeas, algunas también
asiáticas. Por tanto, es claro que el progreso y las riquezas se irán a otros
países, a manos de la oligarquía, compartiendo ganancias con la burguesía criolla,
mientras que a los pueblos se les despojará se sus tierras y territorios para
convertirlos en el mejor de los casos en peones mal pagados, haciendo de nuestras comunidades grandes burdeles
donde la delincuencia organizada, la violencia, la prostitución, las adicciones
y la descomposición del tejido social serán nuestra “nueva normalidad”.
Actualmente, los
sindicatos charros pertenecientes al autodenominado “congreso del trabajo” (PRI) y los sindicatos gobiernistas
pertenecientes a la autodenominada “cuarta
transformación” (MORENA) se han repartido el botín de las obras de acarreo
de materiales y mano de obra, disputándose a base de chantajes y acciones
gansteriles las plazas de cada contrato. Los afectados también son los pueblos
y las comunidades, a quienes se les despoja de sus recursos naturales y se les
somete a nuevas y brutales formas de violencia en manos de estos grupos de
choque al servicio del viejo estado.
En Salina Cruz
se pretende desalojar de sus viviendas a las familias proletarias que viven a
las orillas de la vía férrea; la promesa es pagarles algunos meses de renta,
pero nadie les da certeza jurídica sobre su derecho a una vivienda digna, como
lo marca la constitución.
En la Zona
Oriente y la Zona Norte del Istmo, respectivamente, la modernización de las
vías férreas y demás infraestructura ferroviaria están impactando en la forma
de vida de comuneros, ejidatarios, campesinos pobres y pescadores; ya sea por
la afectación directa sobre el medio ambiente, la notable atracción de grupos
delincuenciales que se acercan como moscas hambrientas, el despojo de
territorios y recursos naturales, y desde luego, el desmantelamiento de la
propiedad social de la tierra.
En el Sur, el
Oriente y el Norte del Istmo, el tren de
los extranjeros está siendo rechazado por el pueblo pobre, lo mismo que
ocurre con el megaproyecto del mal llamado “Tren
Maya”, que tampoco es de los mayas.
Es claro que
tras la privatización y extinción de Ferrocarriles Nacionales lo que queda es
el recuerdo de los pueblos que se gestaron y desarrollaron efectivamente a las
orillas del tren mexicano, un tren que transportaba pasajeros, cultura,
producción nacional y, sobre todo: lucha clasista, lucha patriótica, lucha
antiimperialista. ¿Quién no recuerda las imágenes de los revolucionarios a
bordo de los vagones del tren, convertido en transporte de tropas agraristas?
¿Quién no recuerda las grandes huelgas ferrocarrileras contra el mal gobierno y
en defensa de la soberanía nacional?
El tren de los extranjeros no traerá ni
progreso, ni trabajo, ni dinero a nuestras comunidades. El tren de los extranjeros no transportará pasajeros, ni cultura, ni
producción nacional; sino que, al ser un tren privado, transportará mercancías
privadas, ejércitos privados e intereses privados del imperialismo y la gran
burguesía.
Por esta razón,
se está desarrollando el Primer Paro Regional Campesino-Popular, unificado,
simultáneo y combativo este 15 de julio.
Que quede claro,
el pueblo pobre no se opone al progreso ni al trabajo; se opone a la
colonización, al despojo y al exterminio de nuestras formas de vida. El tren de los extranjeros no pertenece a
los pueblos del Istmo ni al pueblo de México.
¡Viva el primer Paro Regional
Campesino-Popular!
¡No al tren de los extranjeros!
¡No a los megaproyectos de
despojo y muerte!
¡Renacionalización de la
industria ferroviaria y estratégica!
¡El Istmo es nuestro!