En
verdad es doloroso ver la situación que enfrenta el valiente pueblo del
Ecuador, ese que apenas en octubre de 2019 nos enseñó en sus calles que la
palabra dignidad lleva un acento prosódico, válido únicamente para el formante de cantante que tienen
las masas trabajadoras; inalcanzable para las élites parasitarias.
Y
ese canto a la vida, ese canto a la libertad que despertó alcanzando la pars petrosa
del agudo oído del pueblo latinoamericano hizo eco en Chile y Colombia, acompañando
el cántico de los pueblos que en Irak, Líbano, Irán, India y Francia se unían
espontánea y naturalmente a esta exigencia por cambiarlo todo, por renovarlo todo, haciendo añicos el andamiaje y la base estructural de este viejo y podrido
orden.
Ecuador
fue una pujante chispa en medio de la seca pradera.
¿Qué
podía el vendepatrias Lenin Moreno contra el mar de pueblo embravecido?
Reducido
a la barbarie como única salida y aconsejado por Washington, buscó entre los
pelajes del oportunismo y el revisionismo al interior del movimiento para dividirlo
desde su interior, tratando de hacerlo residual, focalizándolo, aislándolo de
su conjunto y así proceder nuevamente a la represión, esta vez selectiva y
direccionada contra aquellos actores y aquellas formaciones que no quisieron
pactar en el banquete de los platos de lentejas.
Hoy,
seis meses después de la impresionante rebelión que desbordó el Ecuador desde todos
sus rincones, la crisis sanitaria llega para recordarle al pueblo quién manda
en ese país de gamonales, de grandes burgueses y claro, de oligarcas e
imperialistas que depredan al país y a su pueblo en aras del gran capital.
Hay
que ver las terribles escenas de Guayaquil; ese mismo a donde apenas el 8 de
octubre pasado el entreguista Moreno trasladó los poderes del estado,
acorralado por la furia del pueblo que se tomó Quito, capital de la república.
Mientras
que las estadísticas oficiales indican que hasta este 7 de abril en Ecuador se
registran 3,747 casos confirmados de COVID19 con un número de 191 personas
fallecidas a causa de esta enfermedad, en los últimos días la denominada “Fuerza
de Tarea Conjunta” recuperó al menos 500 cadáveres entre las calles y
domicilios de esta ciudad portuaria, la misma que desde hace más de una semana muestra
imágenes de personas fallecidas en patios de hogares, afuera de estos e incluso
abandonadas en las calles.
Las
cifras no cuadran, nunca lo han hecho cuando de contar decesos en las filas del
pueblo pobre se trata.
Es
increíble que más de trescientas personas no formen parte de los indicadores. El
argumento será que jamás se les pudo realizar la prueba PCR del coronavirus
SARS Cov2 (causante del COVID19). Pero, ¿por qué no se les realizó la prueba?
La respuesta tendrá que ver con la falta de capacidad del sistema de salud
pública a nivel nacional. Pero ¿Esta falta de capacidad tendrá algo que ver con
el desmantelamiento de la salud pública y el boom de la salud privada que ha sido un jugoso negocio en Ecuador y
América Latina?
La
muerte en este tipo de situaciones suele ser “democrática”, pegando desde las altas esferas de la sociedad hasta
quienes llevan su peso a cuestas. Es verdad, en Ecuador como en otras partes de
América Latina la fase 1 del contagio importado se debió principalmente a las
personas de las clases privilegiadas que pudieron arreglarse viajes de placer o
negocios a Europa u otros países y al volver a los suyos propagaron el virus.
También es cierto que la socialité de
Ecuador y muchos otros países de América Latina actuaron –como siempre- con
total desprecio hacia la vida del pueblo y fueron (frívolos consumados)
irresponsables, organizando banquetes, recepciones, fiestas y eventos de todo
tipo donde ocuparon el trabajo gris (el que nadie ve ni quiere ver) que
subsiste en este régimen de servidumbre, lo mismo que en sus lujosas mansiones
donde trabaja la gente pobre limpiando y ordenándolo todo. Esto ha generado la
fase 2, el contagio comunitario entre la gente del pueblo.
Es
seguro que ha fallecido en medio de esta crisis alguna que otra persona de las
clases parasitarias en el Ecuador como en el resto del mundo. Eso no es
explícito en las gráficas, más sin duda engrosa la estadística. Pero el número
serio lo pone el pueblo de a pie; eso en este caso es una terrible tragedia.
Los
de arriba habrán de ver -y seguramente lo hacen sin escatimar- como resuelven
su atención médica; seguramente para ellos si hay pruebas PCR, medicamentos, respiradores
y hospitalización asegurada. Vaya, seguramente para ellos también hay
funerarias con servicios VIP y cementerios disponibles, sin tanta burocracia en
el papeleo y la inhumación.
Los
de abajo –como siempre- no pueden resolver hoy ni siquiera la forma en que
mueren, haciéndolo en sus casas o en las calles, muchos de ellos sin acceso a la
prueba PCR o medicamentos y evidentemente sin acceso a respiradores ni
hospitalización.
Es
en este punto de inflexión donde la muerte se hace canalla porque se muestra
clasista; ya no barre “tan parejo”
como se esperaba, ya no es tan “democrática”
agarrando distraídos a ricos y pobres, porque a los pobres ya los tenía con un
pie en su territorio, enfermos de hambre, enfermos de pobreza, enfermos de todo
lo que puede ser curado pero que no se cura por falta de dinero. Entonces los
pobres mueren más y engrosan más las cifras, llenando las calles con sus
cuerpos y alcanzado el viento con sus estertores que no van a parar hasta que
todo esto, el verdadero virus, pare.
Guayaquil,
una de las ciudades más conservadoras del Ecuador –sede de los poderes de
Moreno en medio de su salto de mata- hoy se vuelve a llenar de oprobio ante el
anuncio del gobierno que dice “donará en
un gesto de solidaridad mil ataúdes de cartón” destinados para la gente de
más bajos recursos.
Ataúdes
de cartón adquiridos mediante contrato público con una empresa privada (de la
gran burguesía) por el gobierno de la Ciudad. Ataúdes de cartón que vuelven a
marcar distinción entre los pobres y las clases parasitarias que llevan sus
féretros de materiales selectos.
El
gobierno de Cynthia Viteri (alcaldesa de Guayaquil) va más allá, y anuncia que construirá
dos cementerios, aunque no atina a precisar ni apurar ninguna fecha en concreto.
“Ambos serán gratuitos y se convertirán
en camposantos, en honor a quienes cayeron durante esta tragedia” (SIC).
¡Ataúdes
de cartón gratuitos y promesas gratuitas de cementerios gratuitos!
La
cereza en el pastel son las palabras de Otto Sonnenholzner, Vicepresidente del
Ecuador: “sino cooperan tendremos que
decidir a quién salvar y a quién no”.
Reclamaba Alí Primera: “Que triste se oye la
lluvia, en los techos de cartón/ que triste vive mi gente, en las casas de
cartón”.
¿Qué
diría el cantautor del pueblo si viera al Ecuador sepultar a sus pobres en
ataúdes de cartón?