América Latina y el Caribe, ¡la rebelión se justifica!


Intensas semanas de actividad política y desobediencia se viven en el cono sur de América Latina y el Caribe.



¡Que impresionantes jornadas de protestas! ¡Que inigualables ejemplos de dignidad y rebelión popular acompañan estas tempestades!



No le ha servido de mucho al imperialismo imponer gobiernos reformistas o de derecha en los países semicoloniales para contener la crisis del capitalismo burocrático y el desbordamiento dialéctico de la inconformidad de la clase obrera y los pueblos.



La crisis general del imperialismo, aunada a la propia crisis del capitalismo burocrático gestado en los países semifeudales y semicoloniales de América Latina y el Caribe no caben más en su propio pellejo, y comienzan a generar estallidos espontáneos en los respectivos países, algunos más violentos y constantes que otros, y este resultado apunta a tendencia dentro de lo que el presidente Mao Tse Tung llamó los próximos 50 o 100 años de revoluciones proletarias concentrándose en los países oprimidos, semicoloniales y coloniales, como centros de tormenta dentro de la revolución proletaria mundial.



Al respecto, queremos apuntar algunas consideraciones breves respecto a la situación de lucha de clases que se vive en Sudamérica y el Caribe.



Brasil. Con la imposición de Jair Bolsonaro como gerente del viejo estado, la burguesía y el imperialismo realizan un golpe militar preventivo, instalando de facto un régimen tutelado por el Alto Mando Militar, encontrándose aún dentro de este importantes contradicciones interburguesas no solamente entre sus facciones burocrática y compradora, sino también entre las propias fuerzas conservadoras de estas generando colusión y pugna entre la derecha y la ultraderecha que claman por llevar la guerra civil reaccionaria en marcha hasta sus últimas consecuencias. Para ese fin, la militarización del país y su vida pública avanza de forma paralela a las reformas reaccionarias en contra de la seguridad social, en el recorte al gasto público en salud y educación, en el desarrollo de una política interna de nuevo despojo de tierras y territorios indígenas en aras de las agroindustrias nacionales y extranjeras, en el endurecimiento de la leyes en materia penal para frenar la lucha por la tierra, privilegiando nuevamente a los grandes latifundistas, en el desarrollo de una campaña mediática de linchamiento con un claro contenido anticomunista, acusando de terrorismo a toda oposición de izquierda, y finalmente, enalteciendo el vergonzante pasado de la dictadura militar que cobró la vida de miles de activistas, dirigentes populares, sindicalistas y personas del pueblo que decidieron luchar en contra de esta. El golpe militar preventivo en Brasil no ha dejado de tener respuesta. Impresionantes demostraciones de masas han recorrido el país una y otra vez, primero por demandas de carácter gremial o reivindicativo, luego concatenando todas estas en diversas Huelgas Generales, y por último, impulsando el llamado a desarrollar la Huelga General de Resistencia Nacional que eche abajo al odioso régimen de Bolsonaro y los militares.



En el Brasil las manifestaciones de masas, las huelgas y piquetes, las barricadas y escaramuzas se han reproducido incesantemente desde que Bolsonaro tomó posesión de la presidencia de la república. Como una gota de agua que no tuviera descanso, que persevera lenta pero constantemente, la rebelión en el Brasil no deja de palpitar con energía extraordinaria. El movimiento popular ha mostrado tal capacidad de organización, articulación y resistencia, que sin duda está superando a las dirigencias oportunistas, reformistas y revisionistas que suelen llamar a la conciliación de clases y a la negociación; es claro que las masas organizadas bajo la férula de esas dirigencias, están rebasando los estrechos márgenes de su accionar, asumiendo las posiciones revolucionarias que claramente ganan terreno en las calles y campos. En el Brasil, grandes y gloriosas páginas están por escribirse, y la clase obrera como fuerza dirigente reconstituye su vanguardia organizada para colocarse al frente del campesinado pobre como fuerza principal que dirija las luchas de las masas más profundas.



Ecuador. Luego de la imposición del llamado “paquetazo” económico dictado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) e impuesto lacayunamente por el oportunista Lenin Moreno, las masas se han tomado las calles desafiando el estado de excepción que el viejo estado dictó. En un principio la prensa burguesa pensaba que las revueltas se concentrarían únicamente en las ciudades y entre algunos sectores de la población; transportistas y estudiantes fueron de los primeros sectores en desafiar las medidas económicas del viejo estado. La reacción por su parte apuntaba a la desmovilización de los primeros conciliando posiciones con las dirigencias oportunistas. Sectores importantes de las masas combatían en las calles de las principales ciudades; así, mientras el cerco mediático se cerraba y la represión policiaca-militar se ensañaba en contra de obreros y estudiantes, las masas del campo se alzaron marchando hacia Quito, obligando al gobierno vende patrias a huir de la ciudad para cambiar la sede de sus poderes a otra parte. Las masas de las ciudades y los campos se alzaron en rebelión, convocaron Huelga General, desafiaron a la represión y con heroísmo ejemplar tomaron instalaciones estratégicas como carreteras federales, pozos petroleros, telecomunicaciones, abastecedoras, etc. también centros oficiales de poder del viejo estado como la Asamblea Nacional y el Palacio de Carondelet.



Las masas pagaron con alto costo su osadía de luchar, 1330 detenidos, 1507 heridos y más de una decena de asesinados son las cifras que oficialmente se conocen hasta el momento. Los comunistas alertaron desde temprano acerca del riesgo de que las dirigencias oportunistas, reformistas y revisionistas se montaran sobre el movimiento para tratar de negociar con Moreno; en un principio la gente misma rechazaba en las calles la presencia de esas organizaciones electoreras y conciliadoras, se sabía de su tradición rastrera. Finalmente el momento de la negociación llegó, el viejo estado echó para atrás con las medidas económicas (momentáneamente) y las dirigencias oportunistas se postraron ante el odioso régimen y el imperialismo, que mandó a la ONU y al episcopado como figuras de mediación en un conflicto sin precedente en los últimos 50 años; sin obviar el hecho que en el año 2005 en medio de una huelga general las masas del Ecuador lograron la salida de Lucio Gutiérrez de la presidencia de la república, pero los escenarios de rebelión superaron esta vez por mucho aquellas jornadas también intensas.



El pueblo tomó seis palacios de gobierno, destruyó 26 estaciones de policía, incendió 108 vehículos oficiales y dejó en cenizas 2 carros blindados que la policía, y el ejército reaccionario, utilizaron en su guerra contra el pueblo. Hay lecciones importantes que deja la más reciente rebelión popular del Ecuador: las masas no deben confiar en las direcciones oportunistas, reformistas y revisionistas, las masas no deben temer a la violencia revolucionaria ni a las acciones que le permitan acertadamente desmoralizar al enemigo de clase, las masas deben alzarse en rebelión, una y otra vez, aunque sea previsible la derrota, las masas deben luchar, dirigidas por el proletariado y su vanguardia, en función del poder, de la toma y el ejercicio del poder.



Chile. “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso”, fueron estas las palabras del fascista Sebastián Piñera, gerente en turno del viejo estado terrateniente-burocrático en dicho país. Una auténtica y concreta declaración de guerra emitida por un jefe de estado en términos de la ley marcial y el derecho internacional en contra del pueblo trabajador, considerado enemigo oficial por el aparato del estado chileno. El estado de excepción decretado por el régimen buscaba contener la lucha de la juventud popular y las masas que salieron a las calles, volándose los torniquetes del metro, desafiando el alza en el transporte público, el cuarto en menos de dos años.



El gobierno reaccionario que antes había declarado a Chile como “un oasis” en medio de las convulsiones sociales de América Latina, decidió hacer una declaración de guerra contra el pueblo, asumiendo proporciones semejantes a las de la dictadura de Pinochet, con conductas militares simétricamente idénticas. Las escenas de carabineros, gendarmería y ejército disparando a mansalva contra el pueblo, dan cuenta de ello; hasta el momento las cifras extraoficiales hablan de 42 asesinados, más de 2400 detenidos, 12 mujeres violadas y 121 desaparecidos. El pueblo está respondiendo en estos precisos momentos con la más ejemplar muestra de dignidad y valentía, rechazando en las calles la agresión militar, respondiendo golpe por golpe pese al llamado de los oportunistas y pacifistas de pacotilla a realizar “acciones civiles y pacíficas”, a “colocar la otra mejilla” y a “no rebajarse al nivel de pacos y milicos (policías y militares)”. La violencia revolucionaria toma las calles, se extiende por diversas ciudades y obliga a cada sector social a tomar partido, o bien con el régimen hambreador y reaccionario heredero de la dictadura militar, o bien con el pueblo en lucha, que se ha alzado en franca rebelión. Piñera y el senado han echado atrás el aumento en las tarifas del transporte, pero las afrentas contra el pueblo chileno no son por treinta pesos, sino por treinta años, como correctamente señalan los revolucionarios. Sí, se trata de treinta años de terrorismo de estado, de opresión y explotación desmedida; desde el desmantelamiento de la seguridad social, el derecho a la jubilación y la pensión, la imposición de las llamadas Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP*), la cancelación de derechos laborales y sindicales, el despojo de tierras y territorios mapuche, la privatización de la educación, el encarecimiento de la vida y las leyes de prohibición que sobreviven al régimen militar y que han dejado presos políticos, asesinato y desaparición forzada de opositores, desplazamiento interno y un sinfín de agravios que hoy se desbordan con furia y profundo odio de clase. ¡Claro que la rebelión de la clase obrera y las masas más profundas de Chile está justificada! ¡Claro que el pueblo trabajador tiene legítimo derecho a reclamar cada gota de sangre vertida en manos de sus verdugos! El toque de queda subsiste, la policía y el ejército reaccionario están apostados en las calles, pero el pueblo y su inagotable fuerza mantienen las posiciones y entereza para seguir combatiendo.



Uruguay. Las masas se han volcado a las calles para rechazar la reforma constitucional promovida por los fascistas del Partido Nacional (PN) que busca crear la llamada “Guardia Nacional” con al menos dos mil efectivos que junto a la policía y los militares estarían haciendo funciones de seguridad pública, lo que implica la militarización del país*. Acompañado a esto, se reformaría el código penal, endureciendo leyes y dando amplias facultades a la policía y el ejército para realizar detenciones y actuaciones que coarten las libertades democráticas de la población como allanamientos nocturnos en domicilios particulares y penas privativas de la libertad de carácter perpetuo.



Ante este escenario, el rechazo del pueblo es absolutamente justificado y evidente, puesto que trae a cuenta la época de la dictadura militar que cobró miles de vidas, encarceló a miles de opositores y desapareció a un número igualmente alto de personas. El régimen ha manifestado su preocupación ante la creciente ola de protestas, hasta el momento pacíficas, puesto que el número de manifestantes continúa en aumento y muestra su amplia solidaridad con el pueblo chileno. La derecha ha bautizado esta reforma con el nombre ignominioso de “vivir sin miedo”; la creación de la Guardia Nacional responde a los intereses de Washington que viene desarrollando una política de seguridad exterior para preservar sus intereses en sus zonas de influencia.  La reforma será votada el domingo, el mismo día de las elecciones en Uruguay donde la derecha espera reposicionarse. El pueblo mantiene en las calles el grito ¡milicos nunca más!* 



Haití. Jovenel Moise, gente en turno del viejo estado servil en Haití enfrenta las protestas multitudinarias de la población que demanda su renuncia o destitución. Los escándalos de corrupción aflorados desde el pasado mes de febrero en que iniciaron las protestas, y la creciente carestía de la vida provocada por la inflación, han motivado la rebelión popular que se ha robustecido desde el mes de septiembre, en que la crisis económica alcanzó un mayor nivel. Cierres de carreteras, barricadas, tomas de edificios públicos, huelgas en centros de trabajo y escuelas, etc. han marcado la ruta de las protestas que están enfrentado la represión del régimen que se niega a dimitir y que está siendo sostenido por el imperialismo yanqui y francés, que comparten esta semicolonia para la explotación de sus recursos naturales y fuerza de trabajo. El número de asesinados y detenidos por el régimen es inexacto, el cerco mediático alrededor de la situación es bastante hermético, extraoficialmente se habla de al menos 60 personas asesinadas, más de 200 detenidos y un número incierto de desaparecidos desde febrero hasta la fecha.



En otras partes de América Latina como Colombia, Honduras y Bolivia se desarrollan también importantes protestas de masas que hablan del desgaste dialéctico que van teniendo los regímenes de derecha e incluso aquellos otros con contenido reformista. En ninguno de ellos, ninguna de las facciones gobernantes de la burguesía ha logrado resolver de fondo la crisis del capitalismo burocrático que asfixia a la región, y que solo puede ser resuelta mediante el barrimiento de las tres grandes montañas que oprimen a los pueblos en países como estos: la semifeudalidad, la semicolonialidad y el capitalismo burocrático.



La ruta del imperialismo está perfectamente dictada y asentada en cada uno de las expresiones políticas legales que existen en América Latina, tanto las posiciones de derecha como de izquierda al interior de los partidos electoreros que gobiernan y son oposición en los diversos países, constituyen únicamente las diferentes aristas que tiene el imperialismo para sortear sus crisis general y perpetuar su control sobre estas sus zonas de influencia. Paralelamente se dan escenarios de colusión y pugna, primero entre las potencias imperialistas y la súper potencia hegemónica mundial que es el imperialismo yanqui y que controla en lo general América Latina, como también entre las burguesías criollas de cada país, que comparten el poder del viejo estado y se disputan los favores de sus amos imperialistas.



Ante este complejo escenario, el proletariado y las masas populares de América Latina y el Caribe requieren construir escenarios de organización, lucha y rebelión contra sus opresores.



Es correcto alentar el desarrollo y combatividad de la lucha de clases al calor de los estallidos espontáneos de las masas. Es correcto recordar que la experiencia que da la lucha de clases en 20 años, puede llegar a condensarse en tan solo 20 días de intensas jornadas como las que diversos países están viviendo; esta es una enseñanza y una regla general de la lucha de clases a lo largo de la historia de la humanidad.



Pero resulta particularmente importante trabajar por construir organizaciones de corte revolucionario, especialmente trabajar por constituir o reconstituir los partidos comunistas del proletariado, a la luz del pensamiento científico de su teoría: el marxismo-leninismo-maoísmo, principalmente maoísmo. En palabras de Vladimir Ilich Lenin: …”el trabajar para que se creé una organización de combate y se lleve a cabo una agitación política es obligatorio en cualesquiera circunstancias <grises y pacíficas>, en cualquier período de <decaimiento del espíritu revolucionario>. Y más aún: precisamente en tales circunstancias y en tales periodos es especialmente necesario el trabajo indicado, porque en los momentos de explosiones y estallidos es ya tarde para crear una organización; la organización tiene que estar preparada, para desarrollar inmediatamente su actividad”.



Desde la CORRIENTE DEL PUEBLO SOL ROJO saludamos con entusiasmo, camaradería e internacionalismo proletario a los trabajadores y los pueblos de América Latina y el Caribe que han abrazado la lucha de clases al calor de la rebelión contra los diversos gobiernos de las burguesías y el imperialismo; especialmente homenajeamos el tesón, la claridad, la combatividad y la energía demostrada por nuestros camaradas maoístas en Brasil, Ecuador y Chile que han sabido conducir las luchas del pueblo en defensa de sus derechos, siendo el fundamental de estos el derecho al poder.



Estamos convencidos que la táctica y la estrategia del proletariado en cada país, particularmente en los países semicoloniales como el nuestro, colocan la lucha contra el imperialismo en un primer plano, y eso pasa por enfrentar y derrocar a los gobiernos lacayunos que profundizan la explotación y el sometimiento del pueblo con políticas antipopulares de carestía, militarización y despojo. Estamos convencidos que en esa misma lucha se deben desarrollar principalmente los esfuerzos necesarios por acabar con la base que mantiene anquilosado el desarrollo de las fuera productivas materiales, y esto significa enfrentar y derrotar la semifeudalidad que mantiene el régimen de servidumbre, el trabajo esclavo y el latifundio abierto o velado sobre la tenencia de la tierra. Estamos especialmente convencidos que el capitalismo burocrático que existe en nuestros respectivos países solo podrá ser suprimido mediante la revolución violenta de las masas, lideradas por la clase obrera y sus partidos de vanguardia, desarrollando la revolución de nueva democracia y la revolución socialista en cada país como parte de la revolución proletaria mundial.



En ese sentido, las muestras de solidaridad e internacionalismo proletario son correctas, pero se complementan cuando alcanzan su contenido militante al denunciar, condenar y repudiar a los gobiernos reaccionarios que oprimen y explotan a otros pueblos, así como al imperialismo internacional que dicta sus agendas.



El llamado de la CORRIENTE DEL PUEBLO SOL ROJO, en medio de la ruta para la constitución del Frente del Pueblo, es repudiar los actos oficiales de los gobiernos reaccionarios de Brasil, Ecuador, Chile y Haití dentro del territorio nacional. ¡Que sepan estos verdugos de nuestros pueblos hermanos que no son bienvenidos a este territorio rebelde que tarde o temprano también se alzará nuevamente, como ya antes lo ha hecho, en las más gloriosas hazañas de nuestra América Latina!



¡Abajo los gobiernos reaccionarios y lacayos del imperialismo!

¡Muerte al imperialismo!

¡Vivan los pueblos en lucha!



¡Proletarios y pueblos oprimidos de todo el mundo, uníos!

CORRIENTE DEL PUEBLO SOL ROJO

MÉXICO, OCTUBRE DE 2019



Notas:



*[Respecto a la AFP] en México el gobierno tecnocrático de Ernesto Zedillo Ponce de León impuso una contra-reforma laboral de corte protofascista, que atentó directamente contra los derechos individuales y colectivos del proletariado y la clase trabajadora. Parte esencial de dicha contra-reforma fue la modificación al Régimen de Jubilaciones y Pensiones contenida en la Ley del Seguro Social y dirigida contra los trabajadores del llamado “Apartado A” de la Ley Federal del Trabajo, es decir: los trabajadores al servicio del “capital privado”. La contra-reforma implicó la cancelación del derecho de jubilación y pensión y el inicio de la usura bancaria con la creación de las llamadas Administradoras de Fondos para el Retiro (Afores), reguladas por la denominada Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (CONSAR) bajo la observancia de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.  Igual que las AFP en Chile, las AFORES en México han servido únicamente para la especulación en manos de la oligarquía financiera que ha cobrado grandes dividendos a expensas de los ahorros del proletariado y los trabajadores, luego que la burguesía burocrática ha exprimido su plusvalía y que la burguesía compradora ha lucrado con cada peso arrebatado de manos de estos.



*[Respecto a la reforma denominada “Vivir sin miedo”] en México el “nuevo gobierno” del viejo estado, representado por la facción patriotera de la burguesía burocrática logró imponer una reforma anticonstitucional totalmente similar; la creación de la Guardia Nacional como cuarto cuerpo de ejército para la guerra contra el pueblo en lucha se da como un acto de guerra preventiva para imponer la agenda dictada desde Washington y otros centros imperialistas con los que el gobierno de la república tiene perfectamente asentados sus intereses; principalmente en cuanto a los megaproyectos de despojo y muerte como el Proyecto para el Desarrollo del Istmo, el Plan Integral Morelos, el Tren Maya, la Refinería Dos Bocas, entre otros. La militarización del país en México se ha dado bajo el “nuevo gobierno” en total pasividad por parte de los más amplios sectores populares, derivado principalmente de la popularidad de la que goza AMLO y que ha logrado desmovilizar a amplios sectores populares liderados por el oportunismo, el reformismo y el revisionismo, que anteriormente se movilizaron de forma importante en contra de la misma militarización del país que apenas un año atrás había propuesto el fascista Enrique Peña Nieto con la llamada Ley de Seguridad Interior, que en esencia, planteaba lo mismo: sacar a los militares a las calles a ejercer funciones de seguridad pública. Actualmente la Guardia Nacional ha tenido destacadas actuaciones de represión en contra de migrantes centroamericanos y africanos en la frontera sur y norte del país, y se ha concentrado en labores de hostigamiento y presencia contra movimientos sociales opositores a los megaproyectos del imperialismo. En contraste, el primer gran fracaso de la política de seguridad interior de la autodenominada “cuarta transformación” ha sido el escenario de guerra desatada entre el ejército mexicano, la policía federal, la gendarmería y la guardia nacional contra una fuerza irregular con el mismo poder de fuego y capacidades técnicas. El operativo para la detención de un alto capo de la droga en el norte del país demostró que el viejo estado terrateniente-burocrático no tiene en realidad una fuerza policiaca-militar capaz de defender al pueblo contra una amenaza externa o interna, sino que ha sido creado como un ejército reaccionario para salvaguardar la sacrosanta propiedad privada sobre los medios de producción, es decir: para la guerra contra el pueblo. Al cierre de esta edición (26/10/2019, a un día de los comicios federales en el Uruguay) se sabe de las presiones de Washington para que la derecha enquistada en las diversas facciones de la burguesía, sus partidos y organizaciones, coaccionen la aprobación de la reforma fascista.



Al resaltar ambas comparativas, queremos subrayar el hecho que en México el “nuevo gobierno” del viejo estado, aparentemente “democrático” no ha movido un solo dedo en realidad para ir en contra de las políticas “neoliberales” (como paradójicamente lo asegura AMLO en su retórica). El discurso “por el bien todos, primero los pobres” ha quedado de lado para continuar la agenda dictada por el imperialismo, profundizando el carácter semicolonial de nuestro país. La situación de ruina, explotación, despojo y represión contra las masas continúa, y ninguna de las políticas económicas asumidas por el “nuevo gobierno” ha representado un cambio de fondo respecto a los gobiernos anteriores del PRI y el PAN, lo cual sigue confirmando que las elecciones no son la solución, y que la única salida a la crisis del capitalismo burocrático es la revolución de nueva democracia, que construya nuevo poder y barra con todo aquello que oprime y explota al pueblo; solamente así podrán sentarse las bases objetivas y materiales para la edificación del socialismo como parte de las tareas hacia la revolución proletaria mundial. En síntesis, la aparente estabilidad social que vive nuestro país se debe más a un montaje desde arriba que a una situación real o de mejora en las condiciones de vida, trabajo y estudio de la población. El estado de bienestar y el keynesianismo de la “cuarta transformación”, están siendo tutelados y tolerados por el propio imperialismo. Esta calma relativa terminará por convulsionar ante las crisis cíclicas que vive el capitalismo burocrático, y sin duda tratará de ser también aprovechada por la derecha y los grupos más recalcitrantes de la burguesía para imponer un golpe de estado que también será auspiciado por el imperialismo, particularmente el yanqui. De ahí la necesidad de seguir paso a paso el desarrollo de los acontecimientos a escala internacional, prestando especial atención la situación de América Latina y el Caribe.  ¿Qué debemos hacer los demócratas, los revolucionarios y los comunistas ante un escenario semejante? En principio de cuentas, evitar desde todos los ángulos convertirnos en tontos útiles de cualquiera de los bandos en pugna de la burguesía y sus diversas facciones. En segundo lugar, asumir la defensa de la soberanía nacional entendiendo que esta reside en el pueblo trabajador, en su derecho a la libre autodeterminación y el ejercicio del poder. En tercer lugar, rechazando las posiciones catastrofistas, liquidacionistas, reduccionistas e incluso de sumisión que sectores del oportunismo, el reformismo, el revisionismo y los propios grupos delincuenciales podrían llegar a asumir para “la defensa de la patria”. Debe quedar claro, en el contexto actual, un golpe de estado tiene objetivos de fascistizar por absoluto al viejo estado. Solamente la revolución democrática de nuevo tipo, agraria y antiimperialista, ininterrumpida hacia el socialismo, puede garantizar la defensa de la patria y la liberación nacional.  Esto representa nuestra obligación, la del pueblo todo, con el proletariado (fuerza dirigente) y el campesinado pobre (fuerza principal), de la luchar por imponer nuevo poder. ¡Salvo el poder, todo es ilusión!