PERÚ: Honor y Gloria a los héroes del Pueblo. ¡Viva el Día de la Heroicidad!


PERÚ- CON OCASIÓN DEL
19 DE JUNIO 1986 - DIA DE LA HEROICIDAD

“PODRAN VOLARNOS EN MIL PEDAZOS,
PERO NO PODRÁN QUEBRAR NUESTRA MORAL COMUNISTA”*
 
La carta llegó a nosotros, y la publicamos en tanto es un testimonio del más grave genocidio ocurrido en el país. Casi lúcida para un agonizante. Dramática y llena de esperanza.

La misiva fue escrita cuando el Pabellón Azul, que los presos políticos, llamaban Luminosa Trinchera de Combate, había sido totalmente destruida por los bombardeos de morteros, bazucas y cañonazos de los marinos. El agonizante senderista, finalmente dejó de existir junto a más de 150 presos asesinados en esta isla penal.
    
En todo momento –cuenta el testigo- los militares hicieron fuego desde lejos del pabellón. “No pudieron acercarse por el temor a perder más hombres”, dijo.

En la tarde se reiniciaría la sangrienta ofensiva.

“Cuando eran aproximadamente las dos de la tarde, un mortero explosionó atrás del muro, donde me encontraba. Allí perdí el conocimiento y no supe más hasta cuando desperté”.

“Habría pasado una hora cuando recobré el conocimiento y vi el pabellón invadido por marinos. Comenzaron a identificar a los sobrevivientes, separando a los delegados de los otros compañeros. Separaron a cinco o seis y se los llevaron a la isla San Lorenzo, después no se supo más de ellos hasta hoy”.

“Pude divisar en mi semi inconsciencia a un compañero que prácticamente se despedía de la vida, dando vivas al presidente Gonzalo y entonando cánticos. Apenas los marinos se percataron de esto, se acercaron a él y lo remataron.

EL FUSILAMIENTO

“Creyendo que los militares iban a respetar las normas sobre prisioneros de guerra, quince compañeros decidieron abandonar su escondite en un sótano del mismo pabellón. Salieron con los brazos en alto para rendirse. Los marinos les ordenaron que se alineen con las manos en la pared del baño y procedieron a fusilarlos cobardemente”, señaló.

En esos momentos, el testigo perdió el conocimiento, debido a la sangre que había perdido, y sólo lo recobró cuando se encontraba en la cama que hoy ocupa.

“Con profundo cariño por amor a la verdad y la libertad. No tengo nada en mis manos que quede de la LTC, salvo este cenicero, trabajo de los prisioneros de guerra que hoy yacen sus cuerpos asesinados cobardemente”, empieza la carta.

Luego continúa diciendo que “los reaccionarios generan disturbios y fracasan hasta su tuina final. Nada ni nadie podrá derrotarnos, el rio aumenta su cauce natural, el desborde es una ley”.

El combatiente afirma también que “el pueblo tiene su ley, luchar, fracasar. Volver a luchar podemos fracasar de nuevo. Volveremos a luchar hasta obtener la victoria que nos llama”.

“Las sangres derramadas –prosigue- son estandartes que convocan a todo el pueblo a lograr lo que tanto hemos ansiado: el PODER, estamos condenados a triunfar, es una hermosa condena”.

Agrega además que “nos podrán triturar, volarmos en mil pedazos, pero, no podrán quebrar nuestra moral COMUNISTA, estamos dispuestos a morir, la moral de la clase está en juego, hay que defenderla y lo haremos con sangre, dolor y lágrimas”.

“¡Ah! Sólo la guerra conmoverá profundamente a los hombres hasta el último pliegue de su alma”.

“Como combatiente de esta heroica LTC he sabido resistir tenazmente a los bombardeos de las FF.AA., reaccionarias genocidas, deshonra de los héroes nacionales, valientes para matar y cobardes para morir. Otro día hablaremos de otros asuntos. Reafirmo mi compromiso con nuestra revolución mundial. Seguiré sus ejemplos de luchar por nuestro pueblo. Servir al pueblo de todo corazón sin ningún móvil personal, con total desinterés personal”, finaliza la carta.


(*) Publicado en el periódico “El Nuevo Diario” de Lima y reproducido en el libro de Juan Cristóbal “¿Todos murieron?”, Ediciones “Tierra Nueva”, Lima, Mayo de 1987, pp. 137, 138. Texto seleccionado y transcrito para Dazibao Rojo por R. Manzanares.