Queremos compartir con quienes nos leen un texto interesante publicado por Periódico Mural, prensa popular y democrática. En este, se hace mención del problema de la unidad del pueblo ante las políticas antipopulares del viejo estado y las prácticas comunes del reformismo, el revisionismo contemporáneo y el oportunismo. El texto nos parece perfectamente acertado en un momento en que el gobierno federal lanza una nueva ofensiva (Decreto que "blinda" los megaproyectos estratégicos) contra el movimiento popular y las comunidades en resistencia, mismas que se preparan para una nueva etapa en su lucha precisamente planteándose un amplio proceso unitario que particularmente se perfila desde dos transcendentales escenarios que abonan a un mismo objetivo: la Declaración por la Vida lanzada por el EZLN y el Foro Nacional de las Resistencias y las alternativas de los pueblos ante el capital transnacional y la militarización. Lo expuesto por Periódico Mural lo consideramos puntual en esta ruta, y creemos que abonará para aterrizar la unidad del pueblo tal como la describen sus autores: unidad con principios y unidad en la acción.
Publicado por Periódico Mural 26 noviembre, 2021
Al seno del movimiento se suele escuchar
la palabra “unidad”, muchas de las veces repetida casi de forma arbitraria, sin
sentido y más aún, sin claridad.
Es común que el oportunismo y el
revisionismo, como agentes de las clases parasitarias al interior del movimiento
se desgañiten llamando a la “unidad”, a “ponderar nuestras coincidencias por
encima de nuestras diferencias” y a crear “plataformas, coordinadoras,
asambleas o frentes” de todo y por todo.
De esta naturaleza existen sobrados
ejemplos de procesos conformados por las mismas expresiones políticas,
reuniendo siempre a los mismos personajes, bajo los mismos derroteros, con los
métodos de toda la vida, pero eso sí, con nombres diferentes a cada nuevo
proceso de “unidad”. Estos campeones del idealismo consideran que la conjunción
de las mismas organizaciones y partiduchos es suficiente para constituir el
frente único.
Es evidente que no les van bien en las
matemáticas, pues la sumatoria de 4 más 4 siempre arrojará el mismo resultado.
Además, no identifican que tienen un problema de origen, y es precisamente el
problema de la unidad.
Oportunistas, reformistas y
revisionistas de todo pelaje -consciente o inconscientemente- continúan
aplicando el método derechista del Browderismo, es decir: “unidad a toda costa”.
En su generalidad, direccionan estos esfuerzos hacia el economicismo, el
gremialismo o el electorerismo; algo totalmente comprensible si observamos que
su ADN y cordón umbilical los mantienen uncidos de una u otra forma a la
legitimación del régimen. En sus descalabros que muy caro cuestan al
proletariado y los pueblos de México, se embrollan tratando de justificarse en
la táctica trazada por el VII Congreso de la Internacional Comunista; una
tácticamente que ciertamente jamás entendieron porque siguen sin comprender el
problema de la unidad.
Nosotros partimos del análisis
materialista de la sociedad y su desarrollo, y por supuesto, nos establecemos
desde la universalidad de la contradicción como ley principal de la dialéctica.
A partir de ello realizamos nuestra toma de posición y llevamos a cabo nuestra
línea política y conducta táctica.
Económicamente sostenemos que en México
las relaciones de producción siguen determinadas por tres condiciones que no
pueden obviarse: la semifeudalidad (subsistencia del latifundio y la
servidumbre), la semicolonialidad (subordinación nacional y opresión
imperialista) y el capitalismo burocrático (lo que determina la imposibilidad
histórica del desarrollo económico y material de los medios de producción y las
relaciones de producción bajo este régimen). Sobre esta base se erige la
superestructura del viejo estado mexicano, de carácter eminentemente
terrateniente y burocrático, cuyas principales tareas siguen siendo:
redinamizar al capitalismo burocrático, profundizar la semicolonialidad y la
opresión nacional, reforzar la tenencia de la tierra en unas cuantas manos y
por supuesto, ahogar en sangre y fuego la rebelión popular antes de su
alumbramiento.
A partir de esta caracterización nos
planteamos el problema de la unidad. Un problema con varias aristas, que
principalmente se definen al responder de qué unidad hablamos. Para ello
debemos clarificarnos en una cuestión fundamental: no queremos crear “plataformas,
coordinadoras, asambleas o frentes” para interlocutar con el enemigo de
clase; mucho menos para legitimar al odioso régimen que pesa sobre las espaldas
del pueblo trabajador.
Desde nuestra posición, tenemos claro
que la lucha de clases es el motor de la historia, y esta debe definirse entre
antagónicos con un carácter irreconciliable. Esto nos permite desechar las
ilusiones de conciliación o alternativas evolucionistas con el enemigo de
clase. La lucha de clases habrá de desarrollarse bajo las más variadas formas
de lucha, siendo la principal la lucha armada revolucionaria hacia la toma del
poder; para ello la ciencia de la revolución proletaria ha dotado a la clase
obrera y los pueblos oprimidos de una estrategia militar universal: la Guerra
Popular Prolongada.
Desde nuestra posición también, sostenemos que es preciso desarrollar a la par una pujante y sistemática lucha de dos líneas al interior de los procesos revolucionarios y también de los procesos de unidad más amplia. Esto significa que la lucha no solamente la daremos con las masas, sino también por las masas; lo que equivale a la organización científica de la pobreza y la conducción ideológica del proceso revolucionario. A lo largo de este proceso alentaremos el desarrollo de la lucha de dos líneas para identificar, denunciar, rectificar, combatir y extirpar las posiciones de derecha e incluso de centro que llamen a liquidar o rebajar la lucha del pueblo; no podemos ser compatibles ni condescendientes con quienes pretenden pactar o conciliar con el enemigo de clase.
Esto nos lleva a definir el tipo de
unidad que requerimos.
En primer término, necesitamos que este
proceso unitario identifique a los enemigos del pueblo, los cuales son los
blancos a atacar por la Revolución de Nueva Democracia. A saber: latifundio,
imperialismo y capitalismo burocrático. Con esto garantizaremos generar rutas
de trabajo y planes de acción que permitan ganar confianza entre las propias
fuerzas del pueblo en lucha.
En segundo término, necesitamos un
proceso unitario que sea capaz de aglutinar a los más amplios sectores
populares golpeados por este régimen, conduciéndoles por el camino democrático,
prestando atención a las necesidades del pueblo, ganando la simpatía de los
sectores no organizados para atraerlos al calor de la lucha. Esto implicará una
heterogeneidad importante por cuanto la composición de clase e ideológica
dentro del proceso de unidad, y exigirá una mayor vigilancia por parte de las
formaciones revolucionarias para mantener la ascendencia al seno del movimiento
y la conducción del mismo.
En tercer término, el proceso unitario
no puede convertirse en un proceso utilitario como ha ocurrido a lo largo de la
historia de las distintas luchas que ha desarrollado el pueblo de México. En
este nuevo proceso cada sector y cada formación tendrán que cumplir tareas
propias de la Revolución de Nueva Democracia, las cuales van de lo general a lo
particular y de menos a más. Combatir y resistir es tarea de todas las fuerzas,
pero la garantía de ello es el afianzamiento de las posiciones revolucionarias
al interior del proceso, las cuales deberán ser ejemplo de organización,
disciplina y combate entre las masas.
En cuarto término, sería un error obviar
la existencia de otras fuerzas democráticas y revolucionarias dentro del
movimiento, entre las que destacan posiciones congruentes, con disposición al
combate, arraigo entre las masas y una copiosa experiencia de lucha. Con estos
referentes sostendremos un trato de aliados, combatiendo y ayudándonos a
combatir mutuamente al enemigo de clase, señalando con respeto nuestras
diferencias y nuestros errores respectivamente para rectificarlos en la
práctica.
A estos puntos generales le llamaremos unidad
con principios y unidad en la acción para luchar contra el enemigo de
clase.
En esa tesitura es que nos sumamos al
llamado hacia el Encuentro Nacional de las Resistencias, el cual pretende
generar un espacio de análisis y debate al interior del movimiento desde la
izquierda del mismo (la antielectorera y anticapitalista), pero donde también
pensamos que se debe empujar un sólido plan de acción nacional que ponga el
acento en la lucha contra las tres grandes montañas que oprimen a la clase y
los pueblos de México.
De esta manera, coincidimos en la
necesidad de luchar contra la imposición de megaproyectos imperialistas de
despojo y muerte, rechazar las políticas antipopulares y antisindicales
dictadas desde arriba, defender los derechos del pueblo de forma irrenunciable
y sostener la exigencia de libertad a los presos políticos, presentación con
vida de los desaparecidos, castigo a los asesinos de nuestro pueblo, el alto a
la guerra contra el pueblo y el terrorismo de estado.
Como prensa popular y democrática,
comulgamos con la necesidad de trabajar por constituir el Frente del Pueblo
como frente revolucionario; a ello apostamos nuestros esfuerzos y trabajo
cotidiano.