Fue demolido, en
una acción cobarde por el viejo estado peruano, el mausoleo erigido para todos
los valientes revolucionarios muertos en combate dentro del campo de
concentración de la prisión peruana de El Frontón, en 1986, en lo que se
conoció como Día de la Heroicidad.
El mausoleo se
encontraba ubicado en el distrito de Comas, en las afueras de Lima, capital del
Perú. Dentro de él se encontraban los cuerpos de ocho guerrilleros del Ejército
Popular de Liberación, ejército dirigido por el Partido Comunista del Perú
(PCP).
En el día de la
demolición, los familiares de los combatientes fallecidos protestaron
fuertemente frente al mausoleo y entraron en confrontación con la policía
reaccionaria peruana para impedir que la acción prosiguiera. En la
manifestación, se veían carteles con consignas como la demolición es la prosecución del genocidio.
El mausoleo fue
construido por las familias en homenaje a los revolucionarios víctimas del
genocidio.
El
Día de la Heroicidad
El 19 de junio
de 1986, incapaz de impedir la resistencia de los prisioneros de guerra del
PCP, que se organizaban en la prisión y derrotaban los planes de aniquilamiento
gradual -volviendo las prisiones en Luminosas Trincheras de Combate-, el
criminal gobierno movilizó al Ejército, Marina, Fuerza Aérea y Policía para
ejecutar el plan de eliminar a los dirigentes y militantes presos en las
cárceles de Lurigancho, Callao y en la Isla de El Frontón.
Los prisioneros
protagonizaron una de las más heroicas resistencias de la historia reciente de
América Latina, combatiendo con armas precarias e improvisadas a los genocidas
de las Fuerzas Armadas reaccionarias peruanas. Muchos cayeron en combate
entonando a pleno pulmon el himno del proletariado, La Internacional. Otros,
gravemente heridos y sin más condiciones para defenderse, fueron bárbaramente
ejecutados.
El PCP asumió
entonces el 19 de junio como Día de la Heroicidad. En la ocasión, el Presidente
Gonzalo, jefe del Partido y de la Revolución, escribió:
"La rebelión
de los prisioneros de guerra, costando su vida, conquistó para el Partido y la
revolución un grandioso triunfo moral, político y militar", y prosigue:
"Los prisioneros de guerra, como personajes de la historia, siguen ganando
batallas más allá de la muerte, pues viven y combaten en nosotros, conquistando
nuevas victorias; sentimos palpitante y luminosa su robusta e inapagable
presencia, enseñándonos hoy, mañana y siempre a dar la vida por el Partido y la
Revolución”.