Este 20 de Junio, se cumplen 84 años del fallecimiento de la camarada Clara Zetkin, militante comunista nacida en Alemania el 5 de Julio de 1857 y uno de los principales pilares teórico-organizativos a nivel internacional del movimiento femenino de corte proletario y popular, siendo una destacada organizadora y promotora de la participación y lucha femenina dentro de la lucha de clases del proletariado, y la prinicipal promotora del 8 de Marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Las mujeres SolRojistas enarbolamos la bandera de la camarada Clara Zetkin y la recordamos con organización y lucha clasista hacia la formación de la organización revolucionaria de las mujeres trabajadoras en México.
A continuación, el texto Directrices para el movimiento comunista femenino de la camarada Zetkin.
Clara Zetkin
Directrices para el movimiento comunista femenino
Escrito: En 1920. Las
directrices fueron redactadas por Clara Zetkin y, previa consulta al
Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, editadas por ella. El
Segundo Congreso de la Internacional Comunista por falta de tiempo no
pudo tratar la cuestión de las mujeres según lo previsto
inicialmente.
Publicado por vez primera: Clara Zetkin: „Richtlinien für die kommunistische Frauenbewegung“, Die Kommunistische Internationale, 1920/21, Nr. 15, S. 530-555
Fuente de la versión castellana: Daniel Gaido.
HTML para marxists.org: Juan Fajardo, 2017.
Publicado por vez primera: Clara Zetkin: „Richtlinien für die kommunistische Frauenbewegung“, Die Kommunistische Internationale, 1920/21, Nr. 15, S. 530-555
Fuente de la versión castellana: Daniel Gaido.
HTML para marxists.org: Juan Fajardo, 2017.
I
El II Congreso de la III Internacional hace suya la resolución del I
Congreso acerca de la necesidad de dar consciencia de clase a las
grandes masas de mujeres proletarias, de educarlas en los ideales
comunistas, de convertirlas en compañeras de lucha y en seguras y
decididas colaboradoras hacia el comunismo. La vigorosa participación de
las proletarias en las luchas revolucionarias por la superación del
capitalismo y la realización del comunismo es del todo indispensable. Y
es necesario para que todas las mujeres sean capaces de desarrollar
plenamente su personalidad, con la solidaridad de todo el cuerpo social,
mediante la educación, ya sea en la actividad profesional o en la de
madre, de forma que les sean asegurados todos sus derechos sociales. Y
es necesario, para que el proletariado sea cada vez más compacto y
fuerte en la lucha revolucionaria contra el sistema burgués y en la
construcción revolucionaria del nuevo sistema, que sean creadas las
condiciones sociales para la consecución de este objetivo.
II
La historia del pasado y del presente nos enseña que la propiedad
privada es la última y más profunda causa de la situación de privilegio
del hombre frente a la mujer. La aparición y consolidación de la
propiedad privada son las causantes de que la mujer y el niño, al igual
que los esclavos, pudiesen convertirse en propiedad del hombre. Por esta
causa ha aparecido la dominación del hombre por el hombre, la
contradicción de clase entre ricos y pobres, entre explotadores y
explotados; debido a ello pudo producirse la relación de dependencia de
la mujer en cuanto esposa y madre del hombre, su subordinación al
hombre, su inferioridad en la familia y en la vida pública. Esta
relación todavía sigue existiendo en nuestros días entre los llamados
pueblos avanzados; se manifiesta en las costumbres, en las leyes con la
privación de derechos, o como mínimo en la inferioridad del sexo
femenino ante la ley, en su posición subordinada en el seno de la
familia, en el Estado y en la sociedad, en su condición de tutelada y en
su menor desarrollo espiritual, en la insuficiente valoración de sus
prestaciones maternas y de su significado para la sociedad. En los
pueblos de cultura europea, este estado de cosas ha sido consolidado y
promovido por el hecho de que, con el desarrollo del artesanado
corporativo, la mujer queda desplazada de los sectores de producción de
bienes industriales en la sociedad y relegada a desempeñar su actividad
en la economía familiar, sólo para su propia familia.
Para que la mujer llegue a obtener la plena equiparación social con
el hombre -de hecho y no sólo en los textos de leyes y sobre el papel-
para que pueda conquistar como el hombre la libertad de movimiento y de
acción para todo el género humano, existen dos condiciones
indispensables: la abolición de la propiedad privada de los medios de
producción y su sustitución por la propiedad social, y la inserción de
la actividad de la mujer en la producción de bienes sociales dentro de
un sistema en el que no existan ni la explotación ni la opresión.
Solamente la realización de estas dos condiciones hace que sea imposible
que la mujer, como esposa y como madre, quede subordinada
económicamente al hombre en la familia, o que por la contradicción de
clase existente entre explotadores y explotados caiga, en tanto que
proletaria y obrera de la industria, bajo el dominio y la explotación
económica del capitalista. De hecho, estos supuestos, excesivos y
unilaterales, tanto en la economía doméstica y en la maternidad como en
la actividad profesional, paralizan cualidades y energías preciosas de
la mujer y hacen imposible que se armonice, los dos ámbitos de sus
deberes. Sólo la actuación de estas dos premisas garantiza a la mujer el
desarrollo multiforme de su capacidades y de sus energías, y le permite
actuar con iguales derechos e iguales deberes como trabajadora y
creadora en una comunidad de trabajadores y creadores, equiparados a su
vez en derechos y deberes, y vivir plenamente su actividad de obrera y
de madre de forma armoniosa.
III
Las reivindicaciones del movimiento femenino burgués han demostrado
ser impotentes para garantizar los plenos derechos de todas las mujeres.
Naturalmente, el afianzamiento de estas reivindicaciones reviste un
significado que no debe ser subvalorado, ya que, por una parte, la
sociedad burguesa y su Estado abandonan oficialmente el viejo prejuicio
de la inferioridad del sexo femenino y, por otra, con la equiparación de
la mujer reconocen su igualdad social. Sin embargo, en la praxis, la
realización de las reivindicaciones feministas conduce esencialmente a
una modificación del sistema capitalista en favor de las mujeres y las
adolescentes de las clases poseedoras, mientras la abrumadora mayoría de
proletarias, de las mujeres del pueblo trabajador, se ven tan expuestas
como antes, en su calidad de oprimidas y explotadas, a que se manipule
su personalidad y a que se menosprecien sus derechos y de sus intereses.
Mientras el capitalismo exista, el derecho de la mujer a disponer
libremente de su patrimonio y de su persona representa solamente el
último estadio de emancipación de la propiedad y de las posibilidades de
explotación de las proletarias por parte de los capitalistas. El
derecho de la mujer a la misma formación y profesión que el hombre puede
alcanzar, abre a las mujeres de los poseedores los llamados sectores
profesionales superiores, poniendo con ello en acción el principio de la
concurrencia capitalista, con la que se agudiza el contraste económico y
social entre los sexos. Finalmente, la más importante y grandiosa de
las reivindicaciones feministas -la que proclama la plena equiparación
política de los dos sexos, y en particular el reconocimiento del derecho
de voto tanto para elegir como para ser elegida- es decididamente
insuficiente para asegurar derechos y libertad a las mujeres pobres o de
pocos posibles.
Con la perduración del capitalismo, el derecho de voto representa
solamente la consecución de una democracia política puramente formal,
burguesa, y no de una democracia real, económica, social, proletaria. El
derecho de voto general, igual, secreto, directo, activo y pasivo para
todos los adultos significa solamente que la democracia burguesa ha
llegado a su último grado de desarrollo y que este voto se convierte por
tanto en el fundamento y la cobertura de la forma política más completa
de dominio de clase por parte de los poseedores y explotadores. Este
dominio de clase se intensifica en el actual período de imperialismo, de
desarrollo social revolucionario -a pesar del derecho de voto
democrático- hasta convertirse en la dictadura de clase más violenta y
brutal contra los proletarios y los explotados. Este derecho de voto no
elimina la propiedad privada de los medios de producción, y por tanto no
elimina tampoco la contradicción de clase entre burguesía y
proletariado; y no suprime la causa de subordinación económica y
explotación de la gran mayoría de mujeres y hombres ante una minoría de
mujeres y hombres poseedores. El derecho de voto solamente esconde esta
dependencia y esta explotación con el engañoso velo de la equiparación
política. Tampoco la plena equiparación política puede ser el objetivo
final del movimiento y de la lucha de las mujeres proletarias. Para
ellas la consecución del derecho de voto y de elegibilidad sólo es uno
más entre los distintos instrumentos que les posibilitan poderse reunir,
prepararse para el trabajo y la lucha con vistas a la construcción de
un orden social emancipado del dominio de la propiedad privada sobre los
hombres que sea, después de la abolición de la contradicción de clase
entre explotadores y explotados, una ordenación social de trabajadores
libres, con iguales derechos y deberes.
IV
El comunismo es el único sistema social que reúne estas exigencias y,
con ello, garantiza plena libertad y justicia a todo el sexo femenino.
El fundamento del comunismo es la propiedad social de los grandes medios
que dominan la economía social, de la producción y distribución de
bienes, del intercambio. El comunismo, aboliendo la propiedad privada de
estos medios, elimina la causa de la opresión y explotación del hombre
por el hombre, el contraste social entre ricos y pobres, explotadores y
explotados, dominadores y oprimidos, y por tanto también el contraste
económico y social entre hombre y mujer. La mujer, en cuanto miembro de
la sociedad, de la administración y de la explotación de los medios de
producción y distribución de la sociedad, disfruta al lado del hombre de
los productos materiales y culturales, de su empleo y utilización y
queda solamente sometida en su desarrollo y en su actividad al vínculo
de solidaridad colectiva, pero no, porque es mujer, a la persona de un
solo hombre o a la pequeña unidad moral que es la familia; y mucho menos
sometida a un capitalista ansioso de beneficios y a una clase dominante
de explotadores.
La ley más importante de la economía comunista es la satisfacción de
la necesidad de bienes materiales y culturales de cada miembro de la
sociedad, según las máximas posibilidades que permitan el nivel de
producción y la cultura. Este objetivo solamente puede ser alcanzado
imponiendo la obligación de trabajar a todos los adultos sanos y
normales, sin discriminaciones de sexo. Solamente puede ser alcanzado en
una organización social que reconozca la igualdad de todo trabajo útil y
socialmente necesario, que valore también la actividad materna como
prestación social, una organización que predisponga las condiciones de
desarrollo de sus miembros desde su nacimiento, dentro del ámbito de un
trabajo social libre, y promueva el máximo desarrollo consciente de las
facultades productivas.
V
El comunismo, el gran emancipador del sexo femenino, no puede ser
solamente el resultado de la lucha común de las mujeres de todas las
clases por la reforma del sistema burgués en la dirección indicada por
las reivindicaciones feministas, no puede ser solamente el resultado de
una lucha contra la posición social privilegiada del sexo masculino. El
comunismo sólo y únicamente puede ser realizado mediante la lucha común
de las mujeres y hombres del proletariado explotado contra los
privilegios, el poder de los hombres y mujeres de las clases poseedoras y
explotadoras. El objetivo de esta lucha de clases es la superación de
la sociedad burguesa, del capitalismo. En esta lucha el proletariado
puede estar seguro de conseguir la victoria si logra despedazar el poder
de la burguesía explotadora mediante acciones revolucionarias de masas,
si logra despedazar el dominio de clase de la burguesía sobre la
economía y el Estado mediante la conquista del poder político y la
instauración de su dictadura de clase en el sistema de consejos
(soviets). El estadio inicial inevitable de la sociedad comunista
formada por trabajadores con iguales derechos e iguales deberes no es la
democracia burguesa, sino su superación mediante el dominio de clase
proletario, mediante el Estado proletario. En la lucha por la conquista
del poder del Estado, las clases dominantes y explotadoras ponen en
movimiento, contra la vanguardia del proletariado, los instrumentos más
brutales de su dictadura de clase. Las acciones de masas de los
explotados y de los oprimidos desembocan en la guerra civil.
La victoria del proletariado gracias a las acciones de masas
revolucionarias y a la guerra civil, no puede concebirse sin la
participación consciente, entregada y resuelta de las mujeres
pertenecientes al pueblo trabajador. Estas, de hecho, representan la
mayoría, o a la enorme mayoría, de la población trabajadora de casi
todos los países desarrollados, y su papel en la economía social y en la
familia es a menudo decisivo para el éxito de las luchas de clase entre
explotadores y explotados, así como para el comportamiento de los
mismos proletarios en esta lucha. La conquista del poder político por
parte del proletariado debe ser también obra de las proletarias
comunistas. Este mismo principio sigue siendo válido después de la
consolidación de la dictadura de la clase proletaria, para la
construcción del sistema de consejos, para la construcción del
comunismo. Esta profunda y gigantesca transformación de la sociedad, de
su base económica, de todas sus instituciones, de toda la vida moral y
cultural, no puede ser posible sin la activa e iluminada participación
de las masas de mujeres comunistas. La colaboración de estas masas
representa no sólo una importante contribución a la realización del
comunismo, sino también una rica aportación de multiformes servicios.
Este trabajo es una premisa para el necesario incremento de la riqueza
social de la sociedad y para el aumento, mejora y profundización de su
cultura.
Del mismo modo como la lucha de clase revolucionaria del proletariado
en cada país es una lucha internacional y alcanza su cima en la
revolución mundial, también la lucha revolucionaria de las mujeres
contra el capitalismo y contra su estadio superior de desarrollo, el
imperialismo, la lucha por la dictadura del proletariado y la
consolidación de la dictadura de clase y del sistema de consejos, deben
ser entendidas a nivel internacional.
VI
El espantoso crimen que representa la guerra mundial imperialista de
los grandes estados capitalistas y las condiciones que ha creado, han
agudizado al máximo las contradicciones sociales y las penalidades de la
mayoría de las mujeres. Estas son las inevitables consecuencias del
capitalismo, y sólo pueden desaparecer con su destrucción. Esta
situación no es solamente la de los países beligerantes, sino también la
de los Estados neutrales, que en su conjunto se han visto más o menos
afectados por el sangriento carrusel de la guerra mundial y sus efectos.
La inmensa tensión y el continuo aumento de los precios imposibles de
los alimentos de primera necesidad y los alquileres, de los medios de
subsistencia de muchos millones de mujeres, hace que sus preocupaciones,
sus privaciones, sus penas y dolores en su vida de obreras, amas de
casa y madres lleguen a ser insoportables. La escasez de casas se ha
convertido en una terrible plaga. El estado de salud de las mujeres en
concreto continúa empeorando cada vez más, tanto por la subalimentación
crónica que padecen, como por la fatiga del trabajo en la fábrica y en
la economía doméstica. El número de madres que dan a luz niños sanos y
vigorosos está disminuyendo cada vez más. La mortalidad infantil sube de
forma inquietante; males y enfermedades, consecuencias de la
insuficiente nutrición y de las míseras condiciones de vida en general,
son el destino de centenares de miles, incluso millones de niños
proletarios, y la desesperación de sus madres.
Un peculiar fenómeno está agudizando las penalidades de las mujeres
en todos los países en los que el capitalismo mantiene su dominio.
Durante la guerra, el trabajo profesional de las mujeres había
registrado un aumento extraordinario. En los países beligerantes estaba
entonces vigente el slogan: las mujeres en los primeros puestos de la
economía, de la administración y de todas las actividades culturales. El
prejuicio contra el «sexo débil, poco dotado y atrasado» quedaba
sofocado por el sonido de las trompetas triunfales y del rugido del
poder y de la explotación del imperialismo, estadio máximo del
capitalismo internacional. La necesidad de ganar dinero, la mentira de
la defensa de la patria junto con la ansiedad de la ganancia
capitalista, empujaron a masas de mujeres a emplearse en la industria y
en la agricultura, en el comercio y en los negocios. En todos los
sectores de la administración local y estatal, en los llamados servicios
públicos y en las profesiones liberales, el trabajo de las mujeres
aumentaba día a día.
Ahora, cuando la industria capitalista se ha visto disgregada por la
guerra mundial, cuando el capitalismo todavía dominante se muestra
impotente para reconstruir la economía según las necesidades materiales y
culturales de las grandes masas trabajadoras, cuando la caída de la
economía y su sabotaje consciente por parte de los capitalistas ha
provocado una crisis de estancamiento de la producción y una
desocupación como nunca se había visto; ahora, decimos, las mujeres son
las primeras víctimas, y las más numerosas, de esta crisis. Los
capitalistas y la administración estatal y local capitalista tienen
mucho menos miedo a la mujer en paro que al hombre en paro, ya que la
primera es como mínimo políticamente ignorante y está desorganizada.
También tienen en cuenta el hecho de que la mujer en paro puede llevar
al mercado y vender, como última mercancía, su propia feminidad. En
todos los países en los que el proletariado no ha conquistado el poder
mediante su lucha revolucionaria, resuena hoy con nueva fuerza el
slogan: ¡fuera las mujeres de los puestos de trabajo, que vuelvan al
sitio que les corresponde, que es la casa! Un slogan que resuena incluso
dentro de los sindicatos, que obstaculiza y hace más ardua la lucha por
la paridad del salario y la paridad de prestaciones para ambos sexos,
al tiempo que a su lado renace la ideología
pequeño-burguesa-reaccionaria de la «única profesión auténticamente
natural» y la inferioridad de la mujer. Como fenómeno paralelo a la
creciente desocupación y a la miseria de innumerables mujeres, se
registra una intensificación de la prostitución en sus formas más
variadas, desde el matrimonio por conveniencia hasta la cruda venta del
cuerpo femenino bajo la forma de «trabajo a destajo» sexual.
La tendencia a echar cada vez más a la mujer del campo de trabajo
social está en estridente contradicción con la creciente necesidad de
amplias masas femeninas de una actividad autónoma, lucrativa y
satisfactoria. La guerra mundial ha matado a millones de hombres y ha
convertido a otros tantos en inválidos parciales o totales, necesitados
de cuidados y de asistencia; la disgregación de la economía capitalista
no consiente que millones de hombres puedan cubrir las necesidades de la
familia con lo que les produce su propio trabajo. La tendencia
mencionada está en abierta contradicción con los intereses de la
abrumadora mayoría de los miembros de la sociedad. Sólo utilizando en
los más distintos sectores de actividad todas las energías y capacidades
de las mujeres, la sociedad conseguirá compensar la inmensa destrucción
de bienes materiales y culturales provocada por la guerra, y aumentar
en la justa medida su riqueza y su cultura.
Esta fuerte tendencia a echar a la mujer de la producción de los
bienes sociales y de la cultura encuentra su última razón en el ansia de
beneficio del capital, que quiere perpetuar su poder de explotación.
Demuestra la irreconciliabilidad de la economía capitalista, del orden
burgués, con los intereses más profundos de la abrumadora mayoría de las
mujeres y de los miembros de la sociedad en general.
Para hacer frente a todas las necesidades más urgentes de las mujeres
-que son el inevitable resultado de la naturaleza explotadora y
opresiva del capitalismo- existe una sola vía. La guerra ha agudizado al
máximo estas necesidades, convirtiendo a inmensas masas femeninas en
sus desventuradas víctimas. Pero no son fenómenos transitorios que
desaparecerán con la paz, sino que no debe olvidarse que la
supervivencia del capitalismo amenaza constantemente a la humanidad con
nuevas guerras de conquista imperialistas, cuyas señales son ya hoy
evidentes. Los millones de proletarias, mujeres del pueblo trabajador,
sienten del modo más oprimente el malestar social, puesto que en ellas
coincide su situación de clase en cuanto explotadas y la situación de
inferioridad intrínseca de su sexo, lo que las convierte en las víctimas
más duramente golpeadas por el orden capitalista. Sin embargo, sus
afanes y sus penalidades sólo son fenómenos concretos del destino
general de la clase proletaria explotada y oprimida, y ello sucede en
todos los países que siguen estando sometidos al régimen capitalista.
Esta situación no podrá ser cambiada nunca por una reforma de la
ordenación burguesa, por una presunta «lucha contra el estado de miseria
posbélico». Los afanes y las penalidades solamente podrán desaparecer
con la desaparición de este sistema, con la lucha revolucionaria de los
hombres y mujeres explotados y desheredados de todos los países, con la
acción revolucionaria del proletariado mundial. Sólo y únicamente la
revolución mundial podrá resolver, como un tribunal mundial de la
historia, las consecuencias de la guerra en cada país en concreto, desde
la miseria hasta la decadencia moral y espiritual, hasta los
sangrientos sufrimientos de las masas, y determinar la definitiva caída
del capitalismo.
VII
Ante las situaciones sociales que hemos esbozado, el Segundo Congreso
de la Internacional comunista celebrado en Moscú decide lanzar un
llamamiento a todas las mujeres del pueblo trabajador que piden libertad
y humanidad, a fin de que se unan a las filas de los partidos
comunistas de sus respectivos países y, con ello, a las filas de la
Internacional comunista, la cual unifica las acciones de estos partidos,
su fuerza y su firmeza. La Internacional Comunista, en su lucha por la
consecución de objetivos claros, seguros y concretos, la superación del
capitalismo y la construcción del comunismo, ha demostrado ser la
representante más consciente y segura del derecho de las mujeres. En
interés del sexo femenino, continúa a un nivel histórico superior la
obra que la II Internacional había iniciado, pero que no había sabido
desarrollar coherentemente al dejarse influir cada vez más por el
reformismo oportunista en el movimiento obrero, lo que le impidió pasar
de una comunidad de ideas a una comunidad de hechos; aquella obra que
ella misma traicionó ignominiosamente en agosto de 1914. En realidad, la
Segunda Internacional llegó incluso a sacrificar el derecho y los
intereses de las mujeres cuando renunció a movilizar los proletarios de
todos los países en la lucha revolucionaria internacional contra el
imperialismo capitalista, contra el sistema capitalista, bendiciendo en
cambio la conciliación entre explotadores y explotados en los ejércitos
nacionales que el imperialismo lanzó uno contra otro -en una guerra
fratricida y suicida para la clase obrera- para satisfacer su sed de
ganancia y el ansia de poder mundial del capitalismo.
En el momento de su fundación, la Segunda Internacional enumeró entre
sus objetivos el de la lucha por la plena equiparación y emancipación
social del sexo femenino. Su acción fue, sin lugar a dudas, importante y
progresiva al difundir estas reivindicaciones en amplios estratos de la
población, con la convicción de que su victoria presupondría la
destrucción del capitalismo y la llegada del socialismo, convicción
apoyada por el inconciliable antagonismo de clase entre las mujeres de
la minoría explotadora y las mujeres de la mayoría explotada, y la
solidaridad internacional y nacional entre los esclavos asalariados sin
discriminación de sexo. La Segunda Internacional obligó a las
organizaciones sindicales y a los partidos socialistas a admitir a las
mujeres en sus filas como miembros equiparados y corresponsables en las
luchas económicas y políticas del proletariado. Consiguió también que se
incrementara la capacidad de lucha y de defensa de las proletarias en
su lucha de clase gracias a las reducciones legales del poder de
explotación capitalista mediante instituciones sociales para la
asistencia a las amas de casa y a las madres, y el reconocimiento de la
equiparación política. Reivindicó la neta separación del movimiento
femenino socialista del burgués. Sin embargo, el que estas aspiraciones
encontraran aplicación y se convirtieran en objetivos de lucha, fue una
cuestión que la Segunda Internacional dejó en manos de las
organizaciones sindicales y de los partidos socialdemócratas de los
distintos países. En general, las realizaciones en el campo de los
intereses femeninos y de los derechos de las mujeres se fueron
consiguiendo según la influencia que la socialdemocracia organizada en
los distintos países logró ejercer sobre las organizaciones de
proletarios.
El abismo entre teoría y práctica, entre decisiones y hechos, aparece
en concreto en el planteamiento de las reivindicaciones de los derechos
de las mujeres. La Segunda Internacional toleró que las organizaciones
inglesas afiliadas lucharan durante años por la introducción de un
derecho de voto femenino restringido lo cual, de haber sido conseguido,
sólo hubiera aumentado el poder político de los poseedores y reforzado
su resistencia contra el sufragio universal para todos los adultos.
Permitió también que el partido socialdemócrata belga y, más tarde, el
austríaco, se negasen a incluir, en sus grandes luchas por el derecho de
voto, la reivindicación del sufragio universal femenino. De hecho, el
Congreso de la Segunda Internacional celebrado en Stuttgart comprometió a
los partidos socialdemócratas de todos los países a iniciar la lucha
por el sufragio universal femenino como parte esencial e irrenunciable
de la lucha general del proletariado por el derecho de voto y por el
poder, en neta contraposición con las aspiraciones feministas y
demócrata-burguesas, rechazando cualquier política
oportunista-reformista. Pero también esta resolución quedó sólo sobre el
papel en la mayoría de los países, y no consiguió impedir, por otra
parte, que el Partido de los socialistas unificados de Francia se
contentase con platónicas propuestas parlamentarias para la introducción
del voto de la mujer, ni que el Partido socialdemócrata de Bélgica se
viera incluso sobrepasado en sus propuestas para el sufragio femenino
universal por las reivindicaciones de los clericales.
La actitud de la Segunda Internacional fue miserable, vergonzosa y
deshonrosa cuando, en el seno del movimiento obrero de todo el mundo,
las mujeres socialistas de los Estados beligerantes y neutrales fueron
las primeras en iniciar un intento tangible para imponer la solidaridad
de los explotados contra los comandos nacionales de socialpatriotas
traidores, para obligar, mediante acciones de masa revolucionarias a
nivel internacional a que los gobiernos imperialistas declararan la paz,
y empezaron a preparar el terreno histórico para el desarrollo de la
lucha revolucionaria internacional de los obreros hasta la conquista del
poder político y el derrocamiento del imperialismo y el capitalismo.
Lejos de apoyar estos intentos, la Segunda Internacional dio su tácito
consentimiento a que los partidos afiliados de los distintos países -y
el primero de todos el «partido modelo» de ayer en cuanto a
organización, y en cuanto a tacticismo, decadencia y fracaso hoy: la
socialdemocracia alemana- los cubrieran de insultos, los denunciaran e
impidieran por todos los medios su triunfo. La Segunda Internacional
sigue actuando todavía hoy de forma que refuerza el poder de explotación
del capitalismo y obstaculiza la conquista de cualquier libertad para
el sexo femenino, engañando a las masas proletarias con los artificios
de la democracia, del parlamentarismo, del social- patriotismo y del
social-pacifismo.
Por lo demás, la Segunda Internacional no ha creado nunca un órgano
que promoviese a nivel internacional la realización de los principios y
reivindicaciones a favor de la mujer. Los inicios de una organización
internacional de las mujeres proletarias y socialistas por una acción
unitaria y decidida han nacido al margen de su organización, de forma
autónoma. Las representantes de estas organizaciones femeninas han sido
admitidas en los congresos de la Segunda Internacional, pero sin el
derecho formal de participación; la Internacional femenina socialista no
tuvo voz en el seno del Buró de la Segunda Internacional.
Las comunistas y las socialistas revolucionarias consecuentes deben,
por tanto, romper sus relaciones con la Primera Internacional y
adherirse a la Internacional comunista, que no se convertirá en la lucha
por los derechos y la libertad de las mujeres en una fábrica de
resoluciones, sino en una comunidad de acción. La forma más completa y
más adecuada de adhesión es la entrada en los partidos nacionales que
forman parte de la Internacional comunista. Los miembros femeninos de
partidos y organizaciones que todavía no hayan decidido adherirse a la
Internacional Comunista, tienen naturalmente el deber de utilizar todas
las energías de que dispongan a fin de que estas organizaciones y
partidos reconozcan las directrices de principio, tácticas y
organizativas de la Internacional comunista, se adecuen a las mismas en
todos los aspectos, y actúen en consecuencia. Las comunistas y
socialistas revolucionarias coherentes, proletarias, deben volver la
espalda a aquellas organizaciones y aquellos partidos que persistan en
un planteamiento de principio hostil a la Internacional comunista, que
amenazan con contaminar y paralizar la lucha de clase proletaria
mediante consignas oportunistas y reformistas. ¡Por la actividad
revolucionaria de la Tercera Internacional! - esta debe ser la consigna
general y unívoca de todas las mujeres del pueblo trabajador que quieran
liberarse de la esclavitud de clase y de sexo.
VIII
El Segundo Congreso de la Internacional Comunista compromete a todos
los partidos afiliados a actuar según las directrices indicadas con el
fin de conseguir las más amplias masas femeninas, organizarías y
prepararlas para una fuerte lucha y para su máxima entrega al comunismo;
para demostrarles con palabras y hechos que sólo la lucha
revolucionaria de clase del proletariado y la consecución de sus
objetivos pueden garantizar la plena justicia, la plena libertad y la
plena humanización de todo el sexo femenino. De acuerdo con estas
directrices, los partidos comunistas deben actuar del siguiente modo:
A. En los países en los cuales el proletariado ha conquistado
el poder estatal y ha edificado su dominio en el sistema de los soviets,
como en Rusia:
1. Movilizaciones generales de mujeres en todas las luchas y
actuaciones de toda clase que combatan la actividad de los
contrarrevolucionarios internos y extranjeros en el frente y en la
patria, por la reafirmación y consolidación del sistema de los soviets:
por ejemplo, el servicio de las milicias femeninas, de las Enfermeras
Rojas, trabajo de formación educativa en el Ejército Rojo, etc. La
colaboración interna y consciente de las mujeres es indispensable, por
otra parte, para la total superación no sólo de todos los residuos
económicos y sociales del capitalismo, sino también de su egoísta moral.
2. Profunda formación de las proletarias, de las pequeñas campesinas,
de todas las mujeres trabajadoras en general, con el fin de que sepan
que una superación más rápida del difícil período de transición que
desde los últimos aleteos del capitalismo debe conducir hasta la forma
superior del capitalismo también depende de ellas, de su creciente
comprensión de los problemas, de su voluntad y de su abnegación; un
período difícil de transición, durante el cual males, penalidades y
sacrificios, se abatirán inevitablemente en particular sobre las mujeres
y sus hijos.
3. Profunda formación de las proletarias, de las pequeñas campesinas,
de todas las mujeres trabajadoras en general, con el fin de que
comprendan que el nuevo orden social liberador que es el comunismo total
-que está madurando bajo las luchas contra las fuerzas del viejo mundo
burgués y en la controversia con nuevos problemas- ha de ser en gran
medida también obra de ellas mismas, fruto de la claridad de objetivos,
de la inquebrantable voluntad, de la acción de cada una de ellas,
dispuestas en todo momento al sacrificio.
4. Amplia participación de las trabajadoras en las labores de
reconstrucción económica a través de los órganos de los soviets, de los
sindicatos y las cooperativas, así como de sus diversas secciones.
5. Amplia participación de las mujeres en los soviets, en sus
diversos organismos de control, administración y construcción, así como
en cualquier otro campo, sin excluir el de la ciencia.
6. Organización de las condiciones de trabajo de las mujeres
trabajadoras que tenga en cuenta la específica naturaleza del organismo
femenino y los esfuerzos físicos y psíquicos de la función de madre,
haciendo posible una vinculación armónica de la misma con la actividad
profesional, vinculación que permita el pleno desarrollo de las energías
y valores de la feminidad.
7. Inserción de la tradicional economía familiar - que es la forma
más atrasada, más deformada y más reducida del viejo artesanado que la
sucederá- en la economía general de la sociedad para transformar al ama
de casa, desde esclava de la pequeña economía aislada en libre
trabajadora de la gran economía social.
8. Creación de instituciones sociales-modelo que desarrollen las
tareas económicas de la mujer en la familia del pasado, y que la ayuden e
integren en sus tareas de madre.
9. Institución de órganos asistenciales sociales ejemplares para la
protección de la maternidad, de los niños y los adolescentes.
10. Promoción de instituciones análogas para la asistencia a los
enfermos, incurables, ancianos e inválidos: previsiones económicas y
educativas que permitan la recuperación de las prostitutas, esa herencia
del orden burgués, rescatándolas del lumpenproletariado y
reincorporándolas a la comunidad de los trabajadores.
11. Edificación de un sistema educativo y de formación profesional
que, basado en una instrucción profesional y en la educación de grupo
(Koedukation), garantice a cada individuo el desarrollo de su propia
personalidad y de su espíritu de solidaridad, asegurando con ello
también al sexo femenino las condiciones para el desarrollo de una
personalidad multiforme.
12. Amplia colaboración de las mujeres en la determinación y la
actuación de estas providencias (en el curso de su creación,
organización y administración de los ordenamientos), para aligerar las
tareas del ama de casa y de la madre, y que ayuden en la asistencia
social, en particular a la asistencia de las mujeres, niños y
adolescentes.
B. En todos los países en los cuales el proletariado sigue luchando por la conquista del poder político:
1. Encuadramiento de las mujeres como miembros con iguales derechos e
iguales deberes en el partido comunista y en las organizaciones de
lucha de clase económica del proletariado; su colaboración equiparada en
todos los órganos e instancias del partido, de los sindicatos y de las
asociaciones.
2. Educación de las grandes masas femeninas del proletariado y de los
campesinos pobres en el comunismo, a fin de que conozcan la naturaleza,
objetivos, métodos e instrumentos de las acciones y luchas
revolucionarias del proletariado. Participación de las grandes masas
femeninas en todas estas luchas y acciones, como enseñanza concreta y
práctica de máxima eficacia; adopción de todos los instrumentos, medidas
y disposiciones aptos para reforzar y clarificar la consciencia de
clase de las proletarias e incrementar su energía y voluntad
revolucionarias.
3. Plena igualdad de derechos de los dos sexos ante la ley y en la praxis, en todos los sectores de la vida pública y privada.
4. Utilización revolucionaria y clasista del derecho de voto activo y
pasivo de la mujer en los parlamentos municipales y federales, así como
en todas las corporaciones públicas, poniendo necesariamente un fuerte
acento en el limitado valor del derecho de voto, del parlamentarismo, de
la democracia burguesa en relación con el proletariado y en la
necesidad histórica de superar el parlamentarismo y la democracia
burguesa mediante el sistema soviético y la dictadura de clase obrera.
5. Consciente y activa participación de las obreras, de las
funcionarias, de las empleadas y de todas las trabajadoras de la ciudad y
el campo como electoras para la elección de los consejos obreros
revolucionarios, económicos y políticos; la más ferviente participación
de las obreras, funcionarias y trabajadoras en calidad de elegidas en
estos consejos obreros y en sus órganos; inserción de las amas de casa
pertenecientes al proletariado y a los estratos más pobres de la
población como electoras de los consejos obreros revolucionarios y su
colaboración, en cuanto elegidas en los mismos consejos; difusión y
actuación de las concepciones consejistas entre las campesinas pobres y
los estratos de la población agraria de parecidas condiciones sociales.
6. Derecho de la mujer a una formación profesional paritaria, libre,
gratuita y general y su inserción, en calidad de trabajadora con iguales
derechos e iguales deberes, en el trabajo económico y social a todos
los niveles; reconocimiento y recualificación de la función de madre
como prestación social.
7. Paridad de salario a paridad de trabajo para hombres y mujeres.
8. Radical y enérgica delimitación del poder de explotación
capitalista mediante una eficaz protección legal de las obreras, de las
funcionarias y de las empleadas -el llamado personal de servicio
inclusive- a todos los niveles de la economía y respeto a las
disposiciones oportunas para las adolescentes, las gestantes, las
parturientas y las madres en el período de amamantamiento.
9. Amplias posibilidades de inspección del trabajo mediante un cuerpo
suficientemente amplio de funcionarios independientes, compuesto por
médicos, técnicos, obreros con plenos poderes, en el cual las mujeres
deben estar representadas en proporción a la entidad del trabajo
femenino.
10. Medidas y reglamentos sociales que aligeren las tareas de la
mujer trabajadora en sus funciones de ama de casa y madre, medidas que
permitan trasladar los trabajos domésticos tradicionales de la familia a
la economía social, haciendo posible con ello una total educación de
los hijos mediante la educación social que les imparta una educación
basada fundamentalmente en la solidaridad.
11. Creación de las ordenanzas correspondientes, no sólo en las
ciudades y en los centros industriales, sino también en las regiones del
campo, en favor de las trabajadoras de la tierra, de las campesinas,
etc.
12. Explicación a las mujeres del carácter atrasado de la antigua
economía familiar y del desperdicio de tiempo, energía y medios que
implica; explicación del uso que el capitalismo hacía de la economía
doméstica como instrumento para mantener bajos los salarios del hombre,
aduciendo como motivo que el trabajo del ama de casa no se paga; y
además instrumento para mantener a la mujer en una situación de retraso
cultural y político, cerrándole el acceso a la vida social.
13. Reforma radical del sistema de alojamientos, que no tenga en
cuenta el derecho de propiedad burguesa a residencias superfluas y de
lujo, y en cuya realización debe hacerse participar a las mujeres.
14. Amplia y orgánica regulación de la sanidad pública que comprenda,
entre otras cosas, la creación en las ciudades y en el campo de centros
médicos que cuenten también con el auxilio de doctoras, y tengan a su
disposición enfermeras y nodrizas.
15. Adopción de las disposiciones económicas y sociales adecuadas
para combatir la prostitución; medidas higiénicas contra la difusión de
las enfermedades venéreas; eliminación del prejuicio social en relación a
las prostitutas; superación de la doble moral sexual, distinta para los
dos sexos.
16. Colaboración de las mujeres en la elección de las disposiciones y
ordenanzas que afectan de modo decisivo el derecho de la mujer a la
instrucción, a la actividad profesional, a la protección contra la
explotación capitalista, etc.
C. En los países caracterizados por un desarrollo precapitalista:
1. Superación de los prejuicios, hábitos y costumbres, de los
preceptos religiosos y jurídicos que degradan a la mujer como esclava de
su casa, del trabajo y del placer del hombre, superación que presupone
una toma de consciencia no sólo de las mujeres, sino también de los
hombres.
2. Plena igualdad jurídica de la mujer con respecto al hombre en la educación, la vida privada y la vida pública.
3. Asistencia radical a las mujeres pobres y explotadas contra la
opresión y la explotación por parte de las clases poseedoras dominantes,
como sucede especialmente en la industria a domicilio, y cuyos estragos
más evidentes pueden ser atenuados con la creación de cooperativas.
4. Medidas y reglamentaciones que permitan el paso de las formas
precapitalistas de la economía y de la vida social al comunismo,
especialmente con ejemplos de realizaciones nacidas de una instrucción
concreta y basada en los hechos, los cuales demuestran a las mujeres que
la economía doméstica individual las hace esclavas, mientras que el
trabajo social las hace libres.
En el trabajo de movilización y organización de las mujeres de los
países con desarrollo precapitalista, debe hacerse valer de modo
especial las experiencias acumuladas por las camaradas y los camaradas
rusos en el curso de su actividad entre las mujeres de los pueblos
orientales.
IX
Con el fin de que los partidos afiliados a la Internacional comunista
puedan seguir con el máximo éxito estas directrices, el II Congreso de
la Internacional comunista ha decidido adoptar las siguientes medidas
organizativas:
A. Organizaciones nacionales:
1. Las mujeres miembros del partido comunista de un determinado país
no deben reunirse en asociaciones particulares, sino que deben estar
inscritas como miembros con igualdad de derechos y deberes en las
organizaciones locales del partido, y deben ser llamadas a la
colaboración en todos los órganos y en todas las instancias del partido.
El partido comunista, sin embargo, adopta regulaciones particulares y
crea órganos especiales que se encarguen de la agitación, organización y
educación de las mujeres.
Todo ello considerando la especificidad cultural y moral de la mujer,
su retraso histórico y la particular posición que a menudo asume debido
a su actividad doméstica.
2. En todas las organizaciones regionales del partido existe un
comité de agitación femenina, al cual pueden pertenecer también los
camaradas. Su tarea es:
a) La agitación programada y constante entre las mujeres, todavía
alejadas del partido, mediante asambleas públicas, debates y asambleas
de fábrica, asambleas de amas de casa, conferencias de delegadas sin
partido y apolíticas, agitaciones en las casas, prensa y difusión de
octavillas adecuadas, periódicos, opúsculos y publicaciones de todo
tipo.
b) Hacer inscribir a las mujeres encargadas de la agitación, como
miembros, en el partido, sindicatos, asociaciones y demás organizaciones
de lucha del proletariado.
c) Conseguir que también los miembros femeninos del partido, de los
sindicatos, de las asociaciones (cooperativas), de los consejos obreros y
de todos los órganos de lucha del proletariado revolucionario no asuman
una simple función de lastre, sino que, animadas por los ideales
comunistas, participen enérgica y conscientemente en la vida y
actividades de las organizaciones y de los mismos órganos.
d) Actuar de modo que los miembros femeninos del partido reciban la
instrucción teórica y práctica necesaria, sea mediante las instituciones
formativas del partido en general, sea mediante sesiones especiales de
lectura y de discusión para mujeres, etc.
e) Procurar el modo de que a las mujeres particularmente dotadas
desde un punto de vista organizativo y agitativo se les brinde la
oportunidad de una formación más a fondo, y las más amplias
posibilidades de acción.
f) Destinar una redactora a una página dedicada a la mujer que deberá
incluirse en todos los folios del partido, y escoger a las
colaboradoras de entre las filas de proletarias.
El comité de agitación femenina está formado por cinco a siete
miembros, propuestos por las camaradas organizadoras y confederadas de
la dirección regional del partido. Este comité trabaja en estrecha
relación con la dirección del partido y necesita su aprobación para las
orientaciones y resoluciones adoptadas. Dicho comité tiene una
representante estable en la dirección del partido, la cual participa en
todas las sesiones y en los trabajos, con voto consultivo sobre todas
las cuestiones generales del partido, y con voto deliberativo en todas
las cuestiones del movimiento femenino.
3. En todas las direcciones de distrito del partido existe un comité
de agitación femenina de distrito, que tiene la tarea de promover y
ayudar a los comités de agitación femeninos regionales de todo el
distrito en la asunción de su tareas.
Para este fin debe:
a) Mantenerse en contacto estable y regular con todos los comités
femeninos regionales del distrito, así como con el comité de agitación
femenino nacional, y respectivamente con el secretario femenino
nacional.
b) Reunir todo el material importante acumulado por los miembros de
los comités de agitación femeninos regionales y ponerlo a disposición de
los miembros de los comités que los soliciten.
c) Obtener el material publicado para la agitación y la formación política de todo el distrito.
d) Promover manifestaciones de todo tipo para todo el distrito,
cuidar de su preparación y desarrollo, y poner a su disposición las
fuerzas necesarias para la agitación y organización.
e) Adoptar y poner en práctica todas las resoluciones aptas para
movilizar a las mujeres trabajadoras del distrito en importantes
trabajos y acciones del partido, y convertirlas de espectadoras pasivas
en colaboradoras activas.
f) Organizar conferencias femeninas de distrito en las que deben
participar una o dos representantes de los comités de agitación
femeninos regionales y las delegadas elegidas entre los miembros
femeninos del partido de cada localidad, en la proporción de una
delegada por cada 50 miembros femeninos. Las conferencias femeninas de
distrito deben ser convocadas por el comité por lo menos cada seis
meses.
El comité femenino del distrito debe además convocar y dirigir una conferencia de delegadas apartidistas en el distrito.
El comité femenino del distrito está compuesto por cinco a siete
miembros propuestos por las camaradas organizadas del distrito en su
conferencia y aceptados por la dirección del distrito del partido. Dicho
comité trabaja en estrecha relación con la dirección del distrito y
está vinculado a la aprobación de ésta para todas las resoluciones y
orientaciones que pretenda adoptar. Estará representado en la dirección
por una o más camaradas. Su representación participa en todas las
sesiones de la dirección del partido con voto consultivo cuando se trate
de cuestiones generales del partido, y con voto deliberativo cuando se
trate de cuestiones del movimiento femenino.
4. En la dirección nacional de partido están presentes un comité de
agitación femenina nacional y respectivamente un secretario femenino
nacional. Sus tareas son:
a) El mantenimiento de relaciones regulares y continuas con el comité
de agitación femenina de distrito y con los comités regionales, así
como la estrecha vinculación de estos últimos con la dirección nacional
del partido.
b) Reunir el material procedente de las actividades de los distintos
comités femeninos de distrito, y el recíproco intercambio de
experiencias y consejos.
c) Procurar el material de prensa para la agitación y la formación
política de los comités femeninos de distrito de todo el país.
d) El desarrollo del trabajo industrial, formación, situación
jurídica de las mujeres, de las normas de protección para las
trabajadoras, acontecimientos y controversias que afectan a los
intereses económicos, políticos y sociales de las mujeres y que merezcan
una atención particular; promover las discusiones sobre las cuestiones
que se están discutiendo en los comités de distrito y regionales de
agitación.
e) La publicación de un periódico que sirva a la formación teórica de
las camaradas, las eduque para una mejor comprensión del comunismo y
del partido y de sus tareas revolucionarias. El comité nacional femenino
nombra a la redactora de este periódico y se encarga de procurarle las
contribuciones y colaboraciones de las filas de las obreras.
f) La organización de manifestaciones de todo tipo por todo el país y
la preparación de las fuerzas organizativas necesarias para tal fin.
g) La adopción de todas las medidas necesarias para la movilización
de las masas de trabajadoras de todo el país para su participación en
las grandes tareas y en las grandes luchas del partido.
h) La convocatoria de conferencias femeninas nacionales.
B. Organización internacional
En el ejecutivo de la Internacional se crea un secretariado femenino
internacional, compuesto de tres a cinco camaradas propuestas por la
Conferencia internacional de las comunistas y confirmadas por el
Congreso de la Internacional comunista o, en su representación, por el
ejecutivo. El secretariado femenino trabaja de común acuerdo con el
ejecutivo de la Internacional, al cual está vinculado para la aprobación
de las resoluciones y de las disposiciones que adopta. Una
representante del secretariado participa en todas las sesiones y en los
trabajos del ejecutivo, con voto consultivo sobre cuestiones generales, y
con voto deliberativo sobre las cuestiones concretas del movimiento
femenino.
Sus tareas son:
a) Vinculación activa con los comités femeninos nacionales de los
distintos partidos comunistas y mantenimiento de relaciones entre los
distintos comités.
b) Recogida del material de agitación y documentación relativo a la
actividad de los distintos comités nacionales para eventuales consultas.