Este 22 de Abril se cumplen 147 años del nacimiento de uno de los más grandes genios intelectuales que haya conocido la humanidad.
Vladimir Ilich Ulianov, conocido universalmente como Lenin, fue justamente uno de los titanes de la historia que con sus aportaciones científicas, económicas, políticas, sociales, filosóficas, militares, organizativas, etc. elevó el marxismo a su segundo peldaño histórico (el marxismo-leninismo), aperturando con ello las condiciones subjetivas necesarias para la consecución de las tareas históricas del proletariado y los pueblos en la perspectiva de su liberación, justamente en la lucha contra oportunismo y el revisionismo como agentes del imperialismo en el movimiento obrero; y contra el propio imperialismo como fase superior y última del capitalismo.
Precisamente por ello, otro gran maestro histórico del proletariado internacional, José Stalin, afirmaba que "el leninismo es el marxismo de la época del imperialismo y las revoluciones proletarias".
CORRIENTE DEL PUEBLO SOL ROJO reafirma estas tésis histórico-revolucionarias y ondea en alto las rojas banderas de la hoz, el martillo y la estrella del comunismo en honor el gran Lenin; y al enarbolar el marxismo-leninismo-maoísmo como tercera y superior etapa del marxismo, manifestamos nuestra adhesión de acero al inconmovible avance del proletariado y los pueblos del mundo que se alzan a la construcción de su instrumento político como Partido de Nuevo Tipo y Vanguardia Organizada de la clase obrera y los explotados para el desarrollo de la lucha de las masas populares y la preparación y desarrollo de cada vez más guerras populares prolongadas para el triunfo de las Revoluciones de Nueva Democracia y el Socialismo en cada país y en el mundo entero.
Reproducimos a continuación el Capítulo I de la obra "El Estado y la Revolución", escrito por la magistral pluma de Vladimir Ilich Lenin.
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La teoria marxista del estado y las tareas de proletariado en la revolucion |
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El
estado y la revolución
Capítulo
I - LA SOCIEDAD DE CLASES Y EL ESTADO
1.
EL ESTADO, PRODUCTO DEL CARACTER IRRECONCILIABLE DE LAS CONTRADICCIONES DE
CLASE
Ocurre hoy con
la doctrina de Marx lo que ha solido ocurrir en la historia repetidas veces con
las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los jefes de las clases
oprimidas en su lucha por la liberación. En vida de los grandes
revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones,
acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la
campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se
intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así,
rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para "consolar" y
engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina
revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola. En semejante
"arreglo" del marxismo se dan la mano actualmente la burguesía y los oportunistas
dentro del movimiento obrero. Olvidan, relegan a un segundo plano, tergiversan
el aspecto revolucionario de esta doctrina, su espíritu revolucionario. Hacen
pasar a primer plano, ensalzan lo que es o parece ser aceptable para la
burguesía. Todos los socialchovinistas son hoy -- ¡bromas aparte! --
"marxistas". Y cada vez con mayor frecuencia los sabios burgueses
alemanes, que ayer todavía eran especialistas en pulverizar el marxismo, hablan
hoy ¡de un Marx "nacional-alemán" que, según ellos, educó estas
asociaciones obreras tan magníficamente organizadas para llevar a cabo la
guerra de rapiñal!
Ante esta
situación, ante la inaudita difusión de las tergiversaciones del marxismo,
nuestra misión consiste, ante todo, en restaurar la verdadera doctrina de Marx
sobre el Estado. Para esto es necesario citar toda una serie de pasajes largos
de las obras mismas de Marx y Engels. Naturalmente, las citas largas hacen la
exposición pesada y en nada contribuyen a darle un carácter popular. Pero es de
todo punto imposible prescindir de ellas. No hay más remedio que citar del modo
más completo posible todos los pasajes, o, por lo menos, todos los pasajes
decisivos, de las obras de Marx y Engels sobre la cuestión del Estado, para que
el lector pueda formarse por su cuenta una noción del conjunto de las ideas de
los fundadores del socialismo científico y del desarrollo de estas ideas, así
como también para probar documentalmente y patentizar con toda claridad la
tergiversación de estas ideas por el "kautskismo" hoy imperante.
Comencemos por
la obra más conocida de F. Engels: "El origen de la familia, de la
propiedad privada y del Estado", de la que ya en 1894 se publicó en
Stuttgart la sexta edición.
Conviene
traducir las citas de los originales alemanes, pues las traducciones rusas, con
ser tan numerosas, son en gran parte incompletas o están hechas de un modo muy
defectuoso.
"El
Estado -- dice Engels, resumiendo su análisis histórico -- no es, en modo
alguno, un Poder impuesto desde fuera a la sociedad; ni es tampoco 'la realidad
de la idea moral', 'la imagen y la realidad de la razón', como afirma Hegel. El
Estado es, más bien, un producto de la sociedad al llegar a una determinada
fase de desarrollo; es la confesión de que esta sociedad se ha enredado con
sigo misma en una contradicción insoluble, se ha dividido en antagonismos
irreconciliables, que ella es impotente para conjurar. Y para que estos
antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna, no se devoren a
sí mismas y no devoren a la sociedad en una lucha estéril, para eso hízose
necesario un Poder situado, aparentemente, por encima de la sociedad y llamado
a amortiguar el conflicto, a mantenerlo dentro de los límites del 'orden'. Y
este Poder, que brota de la sociedad, pero que se coloca por encima de ella y
que se divorcia cada vez más de ella, es el Estado" (págs. 177 y 178 de la
sexta edición alemana).
Aquí aparece
expresada con toda claridad la idea fundamental del marxismo en punto a la
cuestión del papel histórico y de la significación del Estado. EI Estado es el
producto y la manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones
de clase.
El Estado
surge en el sitio, en el momento y en el grado en que las contradicciones de
clase no pueden, objetivamente, conciliarse. Y viceversa: la existencia del
Estado demuestra que las contradicciones de clase son irreconciliables.
En torno a
este punto importantísimo y cardinal comienza precisamente la tergiversación
del marxismo, tergiversación que sigue dos direcciones fundamentales.
De una parte,
los ideólogos burgueses y especialmente los pequeñoburgueses, obligados por la
presión de hechos históricos indiscutibles a reconocer que el Estado sólo
existe allí donde existen las contradicciones de clase y la lucha de clases,
"corrigen" a Marx de manera que el Estado resulta ser el órgano de la
conciliación de clases. Según Marx, el Estado no podría ni surgir ni mantenerse
si fuese posible la conciliación de las clases. Para los profesores y
publicistas mezquinos y filisteos -- ¡que invocan a cada paso en actitud
benévola a Marx! -- resulta que el Estado es precisamente el que concilia las
clases. Según Marx, el Estado es un órgano de dominación de clase, un órgano de
opresión de una clase por otra, es la creación del "orden" que
legaliza y afianza esta opresión, amortiguando los choques entre las clases. En
opinión de los políticos pequeñoburgueses, el orden es precisamente la
conciliación de las clases y no la opresión de una clase por otra. Amortiguar
los choques significa para ellos conciliar y no privar a las clases oprimidas
de ciertos medios y procedimientos de lucha para el derrocamiento de los
opresores.
Por ejemplo,
en la revolución de 1917, cuando la cuestión de la significación y del papel
del Estado se planteó precisamente en toda su magnitud, en el terreno práctico,
como una cuestión de acción inmediata, y además de acción de masas, todos los
socialrevolucionarios y todos los mencheviques cayeron, de pronto y por entero,
en la teoría pequeñoburguesa de la "conciliación" de las clases
"por el Estado". Hay innumerables resoluciones y artículos de los
políticos de estos dos partidos saturados de esta teoría mezquina y filistea de
la "conciliación". Que el Estado es el órgano de dominación de una
determinada clase, la cual no puede conciliarse con su antípoda (con la clase
contrapuesta a ella), es algo que esta democracia pequeñoburguesa no podrá
jamás comprender,.
La actitud
ante el Estado es uno de los síntomas más patentes de que nuestros
socialrevolucionarios y mencheviques no son en manera alguna socialistas (lo
que nosotros, los bolcheviques, siempre hemos demostrado), sino demócratas
pequeñoburgueses con una fraseología casi socialista.
De otra parte,
la tergiversación "kautskiana" del marxismo es bastante más sutil.
"Teóricamente",
no se niega ni que el Estado sea el órgano de dominación de clase, ni que las
contradicciones de clase sean irreconciliables. Pero se pasa por alto u oculta
lo siguiente: si el Estado es un producto del carácter irreconciliable de las
contradicciones de clase, si es una fuerza que está por encima de la sociedad y
que "se divorcia cada vez más de la sociedad", es evidente que la
liberación de la clase oprimida es imposible, no sólo sin una revolución violenta,
sino también sin la destrucción del aparato del Poder estatal que ha sido
creado por la clase dominante y en el que toma cuerpo aquel
"divorcio". Como veremos más abajo, Marx llegó a esta conclusión,
teóricamente clara por sí misma, con la precisión más completa, a base del
análisis histórico concreto de las tareas de la revolución. Y esta conclusión
es precisamente -- como expondremos con todo detalle en las páginas siguientes
-- la que Kautsky . . . ha"olvidado" y falseado.
2.
LOS DESTACAMENTOS ESPECIALES DE FUERZAS ARMADAS, LAS CARCELES, ETC.
"En
comparación con las antiguas organizaciones gentilicias (de tribu o de clan) --
prosigue Engels --, el Estado se caracteriza, en primer lugar, por la
agrupación de sus súbditos según las divisiones territoriales". . . A
nosotros, esta agrupación nos parece 'natural', pero ella exigió una larga
lucha contra la antigua organización en 'gens' o en tribus.
"La
segunda característica es la instauración de un Poder público, que ya no
coincide directamente con la población organizada espontáneamente como fuerza
armada. Este Poder público especial hácese necesario porque desde la división
de la sociedad en clases es ya imposible una organización armada espontánea de
la población. . Este Poder público existe en todo Estado; no está formado
solamente por hombres armados, sino también por aditamentos materiales, las
cárceles y las instituciones coercitivas de todo género, que la sociedad
gentilicia no conocía. . ."
Engels
desarrolla la noción de esa "fuerza" a que se da el nombre de Estado,
fuerza que brota de la sociedad, pero que se sitúa por encima de ella y que se
divorcia cada vez más de ella. ¿En qué consiste, fundamentalmente, esta fuerza?
En destacamentos especiales de hombres armados, que tienen a su disposición
cárceles y otros elementos.
Tenemos
derecho a hablar de destacamentos especiales de hombres armados, pues el Poder
público propio de todo Estado "no coincide directamente" con la
población armada, con su "organización armada espontánea".
Como todos los
grandes pensadores revolucionarios, Engels se esfuerza en dirigir la atención
de los obreros conscientes precisamente hacia aquello que el filisteísmo dominante
considera como lo menos digno de atención, como lo más habitual, santificado
por prejuicios no ya sólidos, sino podríamos decir que petrificados. El
ejército permanente y la policía son los instrumentos fundamentales de la
fuerza del Poder del Estado. Pero ¿puede acaso ser de otro modo?
Desde el punto
de vista de la inmensa mayoría de los europeos de fines del siglo XIX, a
quienes se dirigía Engels y que no habían vivido ni visto de cerca ninguna gran
revolución, esto no podía ser de otro modo. Para ellos, era completamente
incomprensible esto de una "organización armada espontánea de la
población".
A la pregunta
de por qué ha surgido la necesidad de destacamentos especiales de hombres
armados (policía y ejército permanente) situados por encima de la sociedad y
divorciados de ella, el filisteo del Occidente de Europa y el filisteo ruso se
inclinaban a contestar con un par de frases tomadas de prestado de Spencer o de
Mijailovski, remitiéndose a la complejidad de la vida social, a la
diferenciación de funciones, etc.
Estas
referencias parecen "científicas" y adormecen magníficamente al
filisteo, velando lo principal y fundamental: la división de la sociedad en
clases enemigas irreconciliables.
Si no
existiese esa división, la "organización armada espontánea de la
población" se diferenciaría por su complejidad, por su elevada técnica,
etc., de la organización primitiva de la manada de monos que manejan el palo, o
de la del hombre prehistórico, o de la organización de los hombres agrupados en
la sociedad del clan; pero semejante organización sería posible.
Si es
imposible, es porque la sociedad
civilizada se halla dividida en clases enemigas, y además irreconciliablemente
enemigas, cuyo armamento "espontáneo" conduciría a la lucha armada
entre ellas. Se forma el Estado, se crea una fuerza especial, destacamentos
especiales de hombres armados, y cada revolución, al destruir el aparato del
Estado, nos indica bien visiblemente cómo la clase dominante se esfuerza por
restaurar los destacamentos especiales de hombres armados a su servicio, cómo
la clase oprimida se esfuerza en crear una nueva organización de este tipo, que
sea capaz de servir no a los explotadores, sino a los explotados.
En el pasaje
citado, Engels plantea teóricamente la misma cuestión que cada gran revolución
plantea ante nosotros prácticamente de un modo palpable y, además, sobre un
plano de acción de masas, a saber: la cuestión de las relaciones mutuas entre
los destacamentos "especiales" de hombres armados y la
"organización armada espontánea de la población". Hemos de ver cómo
ilustra de un modo concreto esta cuestión la experiencia de las revoluciones
europeas y rusas.
Pero volvamos
a la exposición de Engels.
Engels señala
que, a veces, por ejemplo, en algunos sitios de Norteamérica, este Poder
público es débil (se trata aquí de excepciones raras dentro de la sociedad
capitalista y de aquellos sitios de Norteamérica en que imperaba, en el período
preimperialista, el colono libre), pero que, en términos generales, se
fortalece:". . .
Este Poder
público se fortalece a medida que los antagonismos de clase se agudizan dentro
del Estado y a medida que se hacen más grandes y más poblados los Estados
colindantes; basta fijarse en nuestra Europa actual, donde la lucha de clases y
el pugilato de conquistas han encumbrado al Poder público a una altura en que
amenaza con devorar a toda la sociedad y hasta al mismo Estado".
Esto fue
escrito no más tarde que a comienzos de la década del 90 del siglo pasado.
El último
prólogo de Engels lleva la fecha del 16 de junio de 1891. Por aquel entonces,
comenzaba apenas en Francia, y más tenuemente todavía en Norteamérica y en Alemania,
el viraje hacia el imperialismo, tanto en el sentido de la dominación completa
de los trusts, como en el sentido de la omnipotencia de los grandes bancos, en
el sentido de una grandiosa política colonial, etc. Desde entonces, el
"pugilato de conquistas" ha experimentado un avance gigantesco, tanto
más cuanto que a comienzos de la segunda década del siglo XX el planeta ha
resultado estar definitivamente repartido entre estos "conquistadores en
pugilato", es decir, entre las grandes potencias rapaces. Desde entonces,
los armamentos terrestres y marítimos han crecido en proporciones increíbles, y
la guerra de pillaje de 1914 a 1917 por la dominación de Inglaterra o Alemania
sobre el mundo, por el reparto del botín, ha llevado al borde de una catástrofe
completa la "absorción" de todas las fuerzas de la sociedad por un
Poder estatal rapaz.
Ya en 1891,
Engels supo señalar el "pugilato de conquistas" como uno de los más
importantes rasgos distintivos de la política exterior de las grandes
potencias. ¡Y los canallas socialchovinistas de los años 1914-1917, en que precisamente
este pugilato, agudizándose más y más, ha engendrado la guerra imperialista,
encubren la defensa de los intereses rapaces de "su" burguesía con
frases sobre la "defensa de la patria", sobre la "defensa de la
república y de la revolución" y con otras frases por el estilo!
3.
EL ESTADO, ARMA DE EXPLOTACION DE LA CLASE OPRIMlDA
Para mantener
un Poder público aparte, situado por encima de la sociedad, son necesarios los
impuestos y las deudas del Estado.
"Los
funcionarios, pertrechados con el Poder público y con el derecho a cobrar
impuestos, están situados -- dice Engels --, como órganos de la sociedad, por
encima de la sociedad. A ellos ya no les basta, aun suponiendo que pudieran
tenerlo, con el respeto libre y voluntario que se les tributa a los órganos del
régimen gentilicio. . ." Se dictan leyes de excepción sobre la santidad y
la inviolabilidad de los funcionarios. "El más despreciable
polizonte" tiene más "autoridad" que los representantes del
clan; pero incluso el jefe del poder militar de un Estado civilizado podría
envidiar a un jefe de clan por "el respeto espontáneo" que le
profesaba la sociedad.
Aquí se
plantea la cuestión de la situación privilegiada de los funcionarios como
órganos del Poder del Estado. Lo fundamental es saber: ¿qué los coloca por
encima de la sociedad? Veamos cómo esta cuestión teórica fue resuelta
prácticamente por la Comuna de París en 1871 y cómo la esfumó reaccionariamente
Kautsky en 1912:
"Como el
Estado nació de la necesidad de tener a raya los antagonismos de clase, y como,
al mismo tiempo, nació en medio del conflicto de estas clases, el Estado lo es,
por regla general, de la clase más poderosa, de la clase económicamente
dominante, que con ayuda de él se convierte también en la clase políticamente
dominante, adquiriendo así nuevos medios para la represión y explotación de la
clase oprimida. . ."
No fueron sólo
el Estado antiguo y el Estado feudal órganos de explotación de los esclavos y
de los campesinos siervos y vasallos: también "el moderno Estado
representativo es instrumento de explotación del trabajo asalariado por el
capital. Sin embargo, excepcionalmente, hay períodos en que las clases en pugna
se equilibran hasta tal punto, que el Poder del Estado adquiere
momentáneamente, como aparente mediador, una cierta independencia respecto a
ambas". . . Tal aconteció con la monarquía absoluta de los siglos XVII y
XVIII, con el bonapartismo del primero y del segundo Imperio en Francia, y con
Bismarck en Alemania.
Y tal ha
acontecido también -- agregamos nosotros -- con el gobierno de Kerenski, en la
Rusia republicana, después del paso a las persecuciones del proletariado
revolucionario, en un momento en que los Soviets, como consecuencia de hallar
se dirigidos por demócratas pequeñoburgueses, son ya impotentes, y la burguesía
no es todavía lo bastante fuerte para disolverlos pura y simplemente.
En la
república democrática -- prosigue Engels -- "la riqueza ejerce su poder
indirectamente, pero de un modo tanto más seguro", y lo ejerce, en primer
lugar, mediante la "corrupción directa de los funcionarios"
(Norteamérica), y, en segundo lugar, mediante la "alianza del gobierno con
la Bolsa" (Francia y Norteamérica).En la actualidad, el imperialismo y la
dominación de los Bancos han "desarrollado", hasta convertirlos en un
arte extraordinario, estos dos métodos adecuados para defender y llevar a la
práctica la omnipotencia de la riqueza en las repúblicas democráticas, sean
cuales fueren. Si, por ejemplo, en los primeros meses de la república
democrática rusa, en los meses que podemos llamar de la luna de miel de los
"socialistas" -- socialrevolucionarios y mencheviques -- con la
burguesía, en el gobierno de coalición, el señor Palchinski saboteó todas las
medidas de restricción contra los capitalistas y sus latrocinios, contra sus
actos de saqueo en detrimento del fisco mediante los suministros de guerra, y
si, al salir del ministerio, el señor Palchinski (sustituido, naturalmente, por
otro Palchinski exactamente igual) fue "recompensado" por los
capitalistas con un puestecito de 120.000 rublos de sueldo al año, ¿qué
significa esto? ¿Es un soborno directo o indirecto? ¿Es una alianza del
gobierno con los consorcios o son "solamente" lazos de amistad? ¿Qué
papel desempeñan los Chernov y los Tsereteli, los Avkséntiev y los Skóbelev?
¿El de aliados "directos" o solamente indirectos de los millonarios
malversadores de los fondos públicos?
La
omnipotencia de la "riqueza" es más segura en las repúblicas
democráticas, porque no depende de la mala envoltura política del capitalismo.
La república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse
el capitalismo, y por lo tanto el capital, al dominar (a través de los
Pakhinski, los Chernov, los Tsereteli y Cía.) esta envoltura, que es la mejor
de todas, cimenta su Poder de un modo tan seguro, tan firme, que ningún cambio
de personas, ni de instituciones, ni de partidos, dentro de la república
democrática burguesa, hace vacilar este Poder. Hay que advertir, además, que Engels, con la mayor precisión, llama al
sufragio universal arma de dominación de la burguesía. El sufragio
universal, dice Engels, sacando evidentemente las enseñanzas de la larga
experiencia de la socialdemocracia alemana, es "el índice que sirve para
medir la madurez de la clase obrera. No puede ser más ni será nunca más, en el
Estado actual".
Los demócratas
pequeñoburgueses, por el estilo de nuestros socialrevolucionarios y
mencheviques, y sus hermanos carnales, todos los socialchovinistas y
oportunistas de la Europa occidental, esperan, en efecto, "más" del sufragio
universal.
Comparten
ellos mismos e inculcan al pueblo la falsa idea de que el sufragio universal
es, "en el Estado actual ", un medio capaz de expresar realmente la
voluntad de la mayoría de los trabajadores y de garantizar su efectividad
práctica.
Aquí no
podemos hacer más que señalar esta idea mentirosa, poner de manifiesto que esta
afirmación de Engels completamente clara, precisa y concreta, se falsea a cada
paso en la propaganda y en la agitación de los partidos socialistas
"oficiales" (es decir, oportunistas). Una explicación minuciosa de
toda la falsedad de esta idea, rechazada aquí por Engels, la encontraremos más
adelante, en nuestra exposición de los puntos de vista de Marx y Engels sobre
el Estado "actual”.
En la más
popular de sus obras, Engels traza el resumen general de sus puntos de vista en
los siguientes términos:
"Por
tanto, el Estado no ha existido eternamente. Ha habido sociedades que se las
arreglaron sin él, que no tuvieron la menor noción del Estado ni del Poder
estatal. Al llegar a una determinada fase del desarrollo económico, que estaba
ligada necesariamente a la división de la sociedad en clases, esta división
hizo que el Estado se convirtiese en una necesidad. Ahora nos acercamos con
paso veloz a una fase de desarrollo de la producción en que la existencia de
estas clases no sólo deja de ser una necesidad, sino que se convierte en un
obstáculo directo para la producción. Las clases desaparecerán de un modo tan
inevitable como surgieron en su día. Con la desaparición de las clases,
desaparecerá inevitablemente el Estado. La sociedad, reorganizando de un modo
nuevo la producción sobre la base de una asociación libre e igual de productores,
enviará toda la máquina del Estado al lugar que entonces le ha de corresponder:
al museo de antigüedades, junto a la rueca y al hacha de bronce".
No se
encuentra con frecuencia esta cita en las obras de propaganda y agitación de la
socialdemocracia contemporánea. Pero incluso cuando nos encontramos con ella
es, casi siempre, como si se hiciesen reverencias ante un icono; es decir, para
rendir un homenaje oficial a Engels, sin el menor intento de analizar qué
amplitud y profundidad revolucionarias supone esto de "enviar toda la
máquina del Estado al museo de antigüedades". No se ve, en la mayoría de
los casos, ni siquiera la comprensión de lo que Engels llama la máquina del
Estado.
4.
LA "EXTINCION" DEL ESTADO Y LA REVOLUCION VIOLENTA
Las palabras
de Engels sobre la "extinción" del Estado gozan de tanta celebridad y
se citan con tanta frecuencia, muestran con tanto relieve dónde está el quid de
la adulteración corriente del marxismo por la cual éste es adaptado al
oportunismo, que se hace necesario detenerse a examinarlas detalladamente.
Citaremos todo el pasaje donde figuran estas palabras:
"El
proletariado toma en sus manos el Poder del Estado y comienza por convertir los
medios de producción en propiedad del Estado. Pero con este mismo acto se
destruye a sí mismo como proletariado y destruye toda diferencia y todo
antagonismo de clases, y, con ello mismo, el Estado como tal. La sociedad hasta
el presente, movida entre los antagonismos de clase, ha necesitado del Estado,
o sea de una organización de la correspondiente clase explotadora para mantener
las condiciones exteriores de producción, y por tanto, particularmente para
mantener por la fuerza a la clase explotada en las condiciones de opresión (la
esclavitud, la servidumbre o el vasallaje y el trabajo asalariado),
determinadas por el modo de producción existente. El Estado era el
representante oficial de toda la sociedad, su síntesis en un cuerpo social
visible; pero lo era sólo como Estado de la clase que en su época representaba
a toda la sociedad: en la antigüedad era el Estado de los ciudadanos
esclavistas; en la Edad Media el de la nobleza feudal; en nuestros tiempos es
el de la burguesía. Cuando el Estado se convierta finalmente en representante
efectivo de toda la sociedad, será por sí mismo superfluo. Cuando ya no exista
ninguna clase social a la que haya que mantener en la opresión; cuando
desaparezcan, junto con la dominación de clase, junto con la lucha por la
existencia individual, engendrada por la actual anarquía de la producción, los
choques y los excesos resultantes de esta lucha, no habrá ya nada que reprimir
ni hará falta, por tanto, esa fuerza especial de represión, el Estado. El
primer acto en que el Estado se manifiesta efectivamente como representante de
toda la sociedad: la toma de posesión de los medios de producción en nombre de
la sociedad, es a la par su último acto independiente como Estado. La
intervención de la autoridad del Estado en las relaciones sociales se hará
superflua en un campo tras otro de la vida social y se adormecerá por sí misma.
El gobierno sobre las personas es sustituido por la administración de las cosas
y por la dirección de los procesos de producción. El Estado no será 'abolido';
se extingue. Partiendo de esto es como hay que juzgar el valor de esa frase sobre
el 'Estado popular libre' en lo que toca a su justificación provisional como
consigna de agitación y en lo que se refiere a su falta absoluta de fundamento
científico. Partiendo de esto es también como debe ser considerada la exigencia
de los llamados anarquistas de que el Estado sea abolido de la noche a la
mañana" ("Anti-Dühring " o "La subversión de la ciencia por
el señor Eugenio Dühring", págs. 301-303 de la tercera edición alemana).
Sin temor a
equivocarnos, podemos decir que de estos pensamientos sobremanera ricos,
expuestos aquí por Engels, lo único que ha pasado a ser verdadero patrimonio del
pensamiento socialista, en los partidos socialistas actuales, es la tesis de
que el Estado, según Marx, "se extingue", a diferencia de la doctrina
anarquista de la "abolición" del Estado. Truncar así el marxismo
equivale a reducirlo al oportunismo, pues con esta "interpretación"
no queda en pie más que una noción confusa de un cambio lento, paulatino,
gradual, sin saltos ni tormentas, sin revoluciones. Hablar de
"extinción" del Estado, en un sentido corriente, generalizado, de
masas, si cabe decirlo así, equivale indudablemente a esfumar, si no a negar,
la revolución.
Además,
semejante "interpretación" es la más tosca tergiversación del
marxismo, tergiversación que sólo favorece a la burguesía y que descansa
teóricamente en la omisión de circunstancias y consideraciones importantísimas
que se indican, por ejemplo, en el "resumen" contenido en el pasaje
de Engels, citado aquí por nosotros en su integridad.
En primer
lugar, Engels dice en el comienzo mismo de este pasaje que, al tomar el Poder
del Estado, el proletaria do "destruye, con ello mismo, el Estado como
tal". "No es uso" pararse a pensar qué significa esto. Lo
corriente es ignorarlo en absoluto o considerarlo algo así como una
"debilidad hegeliana" de Engels. En realidad, en estas palabras se
expresa concisamente la experiencia de una de las más grandes revoluciones
proletarias, la experiencia de la Comuna de París de 1871, de la cual hablaremos
detalladamente en su lugar. En realidad, Engels habla aquí de la
"destrucción" del Estado de la burguesía por la revolución
proletaria, mientras que las palabras relativas a la extinción del Estado se
refieren a los restos del Estado proletario después de la revolución
socialista. El Estado burgués no se "extingue", según Engels, sino
que "e s d e s t r u i d o " por el proletariado en la revolución. El
que se extingue, después de esta revolución, es el Estado o semi-Estado
proletario.
En segundo
lugar, el Estado es una "fuerza especial de represión". Esta
magnífica y profundísima definición de Engels es dada aquí por éste con la más
completa claridad.
Y de ella se
deduce que la "fuerza especial de represión" del proletariado por la
burguesía, de millones de trabajadores por un puñado de ricachos, debe
sustituirse por una "fuerza especial de represión" de la burguesía
por el proletariado (dictadura del proletariado). En esto consiste precisamente
la "destrucción del Estado como tal". En esto consiste precisamente
el "acto" de la toma de posesión de los medios de producción en
nombre de la sociedad. Y es de suyo evidente que semejante sustitución de una
"fuerza especial" (la burguesa) por otra (la proletaria) ya no puede
operarse, en modo alguno, bajo la forma de "extinción".
En tercer
lugar, Engels, al hablar de la "extinción" y -- con frase todavía más
plástica y colorida -- del "adormecimiento" del Estado, se refiere
con absoluta claridad y precisión a la época posterior a la "toma de
posesión de los medios de producción por el Estado en nombre de toda la
sociedad", es decir, posterior a la revolución socialista.
Todos nosotros
sabemos que la forma política del "Estado", en esta época, es la
democracia más completa. Pero a ninguno de los oportunistas que tergiversan desvergonzadamente
el marxismo se le viene a las mientes la idea de que, por consiguiente, Engels
hable aquí del "adormecimiento" y de la "extinción" de la
democracia. Esto parece, a primera vista, muy extraño. Pero esto sólo es
"incomprensible" para quien no haya comprendido que la democracia también
es un Estado y que, consiguientemente, la democracia también desaparecerá
cuando desaparezca el Estado. El Estado burgués sólo puede ser
"destruido" por la revolución.
El Estado en
general, es decir, la más completa democracia, sólo puede
"extinguirse".
En cuarto
lugar, al establecer su notable tesis de la "extinción del Estado",
Engels declara a renglón seguido, de un modo concreto, que esta tesis se dirige
tanto contra los oportunistas, como contra los anarquistas. Además, Engels
coloca en primer plano la conclusión que, derivada de su tesis sobre la
"extinción del Estado", se dirige contra los oportunistas.
Podría
apostarse que de diez mil hombres que hayan leído u oído hablar acerca de la
"extinción" del Estado, nueve mil novecientos noventa no saben u
olvidan en absoluto que Engels no dirigió solamente contra los anarquistas sus
conclusiones derivadas de esta tesis. Y de las diez personas restantes, lo más
probable es que nueve no sepan qué es el "Estado popular libre" y por
qué el atacar esta consigna significa atacar a los oportunistas. ¡Así se
escribe la Historia! Así se adapta de un modo imperceptible la gran doctrina
revolucionaria al filisteísmo dominante. La conclusión contra los anarquistas
se ha repetido miles de veces, se ha vulgarizado, se ha inculcado en las
cabezas del modo más simplificado, ha adquirido la solidez de un prejuicio.
¡Pero la conclusión contra los oportunistas la han esfumado y
"olvidado"!
El
"Estado popular libre" era una reivindicación programática y una
consigna corriente de los socialdemócratas alemanes en la década del 70. En
esta consigna no hay el menor contenido político, fuera de una filistea y
enfática descripción de la noción de democracia. Engels estaba dispuesto a
"justificar", "por el momento", esta consigna desde el
punto de vista de la agitación, por cuanto con ella se insinuaba legalmente la
república democrática. Pero esta consigna era oportunista, porque expresaba no
sólo el embellecimiento de la democracia burguesa, sino también la
incomprensión de la crítica socialista de todo Estado en general. Nosotros
somos partidarios de la república democrática, como la mejor forma de Estado
para el proletariado bajo el capitalismo, pero no tenemos ningún derecho a
olvidar que la esclavitud asalariada es el destino reservado al pueblo, incluso
bajo la república burguesa más democrática. Más aún. Todo Estado es una
"fuerza especial para la represión" de la clase oprimida. Por eso,
todo Estado ni es libre ni es popular. Marx y Engels explicaron esto
reiteradamente a sus camaradas de partido en la década del 70.
En quinto
lugar, en esta misma obra de Engels, de la que todos citan el pasaje sobre la
extinción del Estado, se contiene un pasaje sobre la importancia de la revolución
violenta. El análisis histórico de su papel lo convierte Engels en un verdadero
panegírko de la revolución violenta. Esto "nadie lo recuerda". Sobre
la importancia de este pensamiento, no es uso hablar ni siquiera pensar en los
partidos socialistas contemporáneos estos pensamientos no desempeñan ningún
papel en la propaganda ni en la agitación cotidianas entre las masas. Y, sin
embargo, se hallan indisolublemente unidos a la "extinción" del
Estado y forman con ella un todo armónico.
He aquí el
pasaje de Engels:
". . . De
que la violencia desempeña en la historia otro papel [además del de agente del
mal], un papel revolucionario; de que, según la expresión de Marx, es la
partera de toda vieja sociedad que lleva en sus entrañas otra nueva; de que la
violencia es el instrumento con la ayuda del cual el movimiento social se abre
camino y rompe las formas políticas muertas y fosilizadas, de todo eso no dice
una palabra el señor Dühring. Sólo entre suspiros y gemidos admite la posibilidad
de que para derrumbar el sistema de explotación sea necesaria acaso la
violencia, desgraciadamente, afirma, pues el empleo de la misma, según él,
desmoraliza a quien hace uso de ella. ¡Y esto se dice, a pesar del gran avance
moral e intelectual, resultante de toda revolución victoriosa! Y esto se dice
en Alemania, donde la colisión violenta que puede ser impuesta al pueblo
tendría, cuando menos, la ventaja de destruir el espíritu de servilismo que ha
penetrado en la conciencia nacional como consecuencia de la humillación de la
Guerra de los Treinta años.
¿Y estos
razonamientos turbios, anodinos, impotentes, propios de un párroco rural, se
pretende imponer al partido más revolucionario de la historia?" (Lugar
citado, pág. 193, tercera edición alemana, final del IV capítulo, II parte).
¿Cómo es
posible conciliar en una sola doctrina este panegírico de la revolución
violenta, presentado con insistencia por Engels a los socialdemócratas alemanes
desde 1878 hasta 1894, es decir, hasta los últimos días de su vida, con la
teoría de la "extinción" del Estado?
Generalmente
se concilian ambos pasajes con ayuda del eclecticismo, desgajando a capricho (o
para complacer a los detentadores del Poder), sin atenerse a los principios o
de un modo sofístico, ora uno ora otro argumento y haciendo pasar a primer
plano, en el noventa y nueve por ciento de los casos, si no en más,
precisamente la tesis de la "extinción". Se suplanta la dialéctica
por el eclecticismo: es la actitud más usual y más generalizada ante el
marxismo en la literatura socialdemócrata oficial de nuestros días. Estas
suplantaciones no tienen, ciertamente, nada de nuevo; pueden observarse incluso
en la historia de la filosofía clásica griega. Con la suplantación del marxismo
por el oportunismo, el eclecticismo presentado como dialéctica engaña más
fácilmente a las masas, les da una aparente satisfacción, parece tener en
cuenta todos los aspectos del proceso, todas las tendencias del desarrollo,
todas las influencias contradictorias, etc., cuando en realidad no da ninguna
noción completa y revolucionaria del proceso del desarrollo social.
Ya hemos dicho
más arriba, y demostraremos con mayor detalle en nuestra ulterior exposición,
que la doctrina de Marx y Engels sobre el carácter inevitable de la revolución
violenta se refiere al Estado burgués. Este no puede sustituirse por el Estado
proletario (por la dictadura del proletariado) mediante la
"extinción", sino sólo, por regla general, mediante la revolución
violenta. El panegírico que dedica Engels a ésta, y que coincide plenamente con
reiteradas manifestaciones de Marx (recordaremos el final de "Miseria de
la Filosofía" y del "Manifiesto Comunista" con la declaración
orgullosa y franca sobre el carácter inevitable de la revolución violenta; recordaremos
la crítica del Programa de Gotha, en 1875, cuando ya habían pasado casi treinta
años, y en la que Marx fustiga implacablemente el oportunismo de este programa),
este panegírico no tiene nada de "apasionamiento", nada de
declamatorio, nada de arranque polémico. La necesidad de educar sistemáticamente
a las masas en esta, precisamente en esta idea sobre la revolución violenta, es
algo básico en toda la doctrina de Marx y Engels. La traición cometida contra
su doctrina por las corrientes socialchovinista y kautskiana hoy imperantes se
manifiesta con singular relieve en el olvido por unos y otros de esta
propaganda, de esta agitación.
La sustitución
del Estado burgués por el Estado proletario es imposible sin una revolución
violenta. La supresión del Estado proletario, es decir, la supresión de todo Estado,
sólo es posible por medio de un proceso de "extinción".
Marx y Engels
desarrollaron estas ideas de un modo minucioso y concreto, estudiando cada
situación revolucionaria por separado, analizando las enseñanzas sacadas de la
experiencia de cada revolución. Y esta parte de su doctrina, que es,
incuestionablemente, la más importante, es la que pasamos a analizar.